Traumas son compatibles con una “precipitación o caída de altura” y son “perimortem”
30/07/21 | 10:57am
Tres vértebras y cinco costillas del cuerpo de Allison Bonilla Vásquez presentaban fracturas compatibles con una “caída de altura”, de tipo “perimortem”; es decir, que pudieron haber ocurrido poco antes o después de su muerte.
Así se extrae del testimonio rendido la mañana de este viernes por la antropóloga forense Georgina Pacheco Revilla, en su condición de perito, durante el reinicio del juicio por el crimen de la joven, que se celebra en el Tribunal Penal de Cartago contra Nelson Enrique Sánchez Ureña.
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La especialista precisó que los huesos quebrados son las vértebras toráxicas 6, 7 y 9 (en la zona media de la columna), además de las costillas 1, 2, 7 y 8 del costado derecho así como la 7 del izquierdo.
Estas fueron ocasionadas por "compresión", según detalló Pacheco Revilla, que responde a una fuerza o aceleración del cuerpo y su súbito choque al impactar ante una superficie. Las quebraduras eran lineales y se podían determinar a simple vista, de acuerdo con la funcionaria.
La servidora pública subrayó que el cadáver encontrado estaba incompleto y -ante una solicitud de la Paula Aragón Gómez, de la Fiscalía Adjunta contra el Narcotráfico y Delitos Conexos- explicó que no era posible determinar el porcentaje de piezas óseas encontradas del total.
Eso sí, aseveró que se levantó un inventario de huesos con el que se determinó la ausencia del cráneo, la mandíbula, el hioides, la clavícula derecha, las escápulas, las vértebras cervicales de la 1 a la 3, el húmero izquierdo, el radio izquierdo, cúbito izquierdo, ambas manos y ambos pies.
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Consultada por el Ministerio Público sobre las posibles razones de la ausencia de esos restos, la experta mencionó que las manos y pies se componen de huesos pequeños que normalmente se extravían en terrenos inclinados y ante la exposición a animales carroñeros. Respecto al cráneo, indicó que por las condiciones del suelo y su peso, era probable que esta rodara pendiente abajo.
Pacheco Revilla precisó que estos huesos estaban en avanzado estado de esqueletización, sin ningún tipo de tejido blando y con coloración entre blanca, café y verde, producto de las condiciones a las que se encontraban expuestos en un botadero clandestino de San Jerónimo de Cachí de Paraíso. Los más grandes, también presentaban mordidas y rastros de manipulación de especies de la zona, tales como tolomucos, ratones, insectos y zopilotes.
Al considerarse esa circunstancia en una inspección, así como el clima en el sector, se concluyó un intervalo post mortem de entre 4 y 8 meses al momento del análisis (29 de setiembre de 2020).
De las pericias además se determinó que los huesos correspondían a los de una mujer, de entre 18 y 22 años, con una estatura de alrededor 1,52 metros (+/- 3,72 centímetros).
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Para determinar el sexo, se hizo una revisión de los huesos coxales y de la pelvis (que marcan diferencias entre hombres y mujeres), mientras que la edad se calculó según el desgaste presentado en los extremos de la cuarta costilla y de la sínfisis púbica. En cuanto al tamaño, se midió la extensión del fémur y de ahí en adelante se efectuaron estimaciones promedio.
También en el debate el 22 de julio anterior, la especialista en Escena del Crimen del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), Beatriz González Brenes, precisó que los restos de Bonilla Vásquez fueron ubicados a 93 metros lineales del margen de la calle que comunica a Cachí de Paraíso con Tucurrique de Jiménez, en botadero clandestino situado en un precipicio de 450 metros de profundidad.
Allison Bonilla Vásquez desapareció la noche del 4 de marzo de 2020, mientras caminaba de vuelta a su hogar en Ujarrás de Paraíso de Cartago. Ese día regresó antes del colegio nocturno de Cachí porque las clases se cancelaron.
Como era usual, viajó en bus y al llegar a la parada más cercana a casa se bajó para emprender a pie un recorrido de 1,2 kilómetros en el que se topaba a su madre, Yendry Vásquez Cordero. Sin embargo, en esta ocasión la joven que entonces tenía 18 años no apareció.
La pesquisa realizada por la Delegación del Organismo de Investigación Judicial de Cartago -iniciada un día después, a partir de la denuncia hecha por la mamá de la víctima- apunta a que en el camino, Bonilla Vásquez fue interceptada presuntamente por un vecino suyo llamado Nelson Sánchez Ureña.
El 5 de marzo de 2020 la Policía Judicial encontró en una explanada a 300 metros del clausurado paradero turístico Charrara unos anteojos que pertenecían a la víctima. Desde ese momento, se estableció un sitio de trabajo que implicó una inspección profunda de la zona, con lo que fue posible ubicar un rastro de sangre que se extendía por 140 metros, hasta una finca situada en la vera del camino que recorría Bonilla Vásquez. La misma concordaba con el ADN de la familia de la joven.
Fue entonces cuando el Organismo empezó a realizar entrevistas, perfiles y análisis de datos -incluida información confidencial- que lo llevaron a acercarse a la Fiscalía Adjunta contra el Narcotráfico y Delitos Conexos para pedir un allanamiento en una vivienda, el cual se concretó la tarde del 29 de marzo. En la casa habitaba Sánchez Ureña, a quien en ese momento le fue incautado su vehículo.
Para aquella oportunidad, el Ministerio Público se limitó a indicar que el sujeto era sospechoso pero que en las diligencias no se encontraron indicios o evidencias importantes para la causa 20-000825-0058-PE.
Ocho días más tarde un peatón encontró la cédula de Bonilla Vásquez en un cafetal de Ujarrás de Paraíso.
El 1° de julio de 2020, el abogado Rodrigo Araya Solano ofreció una conferencia de prensa en la que afirmó que ya sabía quién había tomado a la joven. Incluso, en esa oportunidad aseveró que otras dos personas le ayudaron a la primera a perpetrar el crimen.
No obstante lo anterior fue hasta el 2 de setiembre de 2020 que la Policía Judicial y el Ministerio Público procedieron a realizar la captura de Sánchez Ureña.
El director general del Organismo, Wálter Espinoza Espinoza, explicó un día más tarde que el sospechoso era objeto de vigilancia y monitoreo toda vez que se estimaba que este podía regresar a algún sitio que permitiera dar con el paradero de la mujer; situación que no ocurrió. En esa oportunidad, el jefe policial también reveló que en el vehículo incautado se encontró sangre coincidente con el rastro que llevaba a la finca.
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Sin embargo, se determinó que el sospechoso tenía previsto cambiar de domicilio, por lo que se procedió a su captura.
Una vez detenido el sujeto este confesó haber interceptado, violado y asesinado a la mujer cuando rindió declaración indagatoria, según lo dio a conocer Araya Solano el 4 de setiembre de 2020. Pero en un segundo momento procesal, 24 días más tarde, retiró lo dicho y alegó entonces que su versión inicial se dio en medio de presiones por parte de servidores judiciales.
A raíz de un reporte la Policía Judicial inició la búsqueda del cuerpo de Bonilla Vásquez en un botadero de basura clandestino en San Jerónimo de Cachí de Paraíso el 3 de setiembre de 2020, pero fue hasta 25 días después que se lograron ubicar huesos humanos y prendas que el 5 de octubre de 2020 se confirmó pertenecían a la joven.
El 10 de octubre de 2020, la madre de la joven llevó una cruz y arreglos florales hasta el lugar en el que se encontrar los restos óseos para despedir a Bonilla Vásquez. El funeral de la mujer se llevó a cabo 15 días más tarde.
Nota del redactor: Esta publicación fue ampliada a las 2:10 p.m. del 30 de julio de 2021.
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