La presencia del hongo es alta, incluso, dentro de áreas protegidas, según revela el estudio
18/10/20 | 11:59am
Los anfibios viven su propia pandemia desde la década de 1980: un letal hongo ha llevado a varias especies a la extinción. En Costa Rica, la ciencia ahora indica que está ganando terreno.
El hongo —conocido como BD— aumentó su distribución en el país en un 60%, comparado con el año 2000, según muestra un reciente estudio. Incluso, dentro de áreas protegidas, la presencia fue casi total.
“El hongo se ha dispersado muchísimo, lo que quiere decir que probablemente se ha adaptado a las condiciones climáticas locales”, dijo uno de los autores del estudio, Héctor Zumbado a AmeliaRueda.com.
Los científicos de la Universidad de Purdue y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) publicaron estos hallazgos el pasado 6 de octubre en la revista científica Biotropica.
El estudio identificó presencia de este hongo en tierras bajas, donde las condiciones son menos aptas para su reproducción. La región Caribe, por sus condiciones de humedad, tuvo la mayor cantidad de “puntos calientes” del hongo.
Esto no es del todo inesperado, pero se logró identificar gracias a avances tecnológicos, indicó el investigador de la Escuela de Biología de la Universidad de Costa Rica (UCR), Gilbert Alvarado.
De hecho, la enfermedad en las ranas se detecta usando una prueba PCR: la misma que se utiliza para diagnosticar el Covid-19. Al bajar el costo de esta tecnología, la información científica ha mejorado, explicó Alvarado.
“El estudio es un llamado de atención para pensar la conservación natural de forma más integral y dentro de un contexto país”, dijo el investigador de la UCR.
El hongo pone en riesgo a las poblaciones de anfibios en Costa Rica, señalaron ambos científicos. Estos animales son de alto valor para el país, no solo por su rol en los ecosistemas sino también para el turismo.
“Los sapos se alimentan de las larvas de muchos insectos que causan enfermedades como el dengue o la malaria. También son importantísimos para el turismo: la gente reconoce a Costa Rica por la rana de ojos rojos”, dijo Zumbado.
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En Costa Rica, el primer registro del hongo BD (Batrachochytrium dendrobatidis) data de 1960. Por años nada sucedió, pero desde 1980 —y por razones aún desconocidas— las ranas comenzaron a morir en masa.
Sólo en Monteverde, este hongo llevó a dos especies enteras a la extinción: el sapo dorado y la rana arlequín. A nivel nacional, otras especies como la rana de vientre rojo y el sapo sordomudo quedaron con poblaciones mínimas.
“Algo pasó en ese momento a nivel mundial, que causó que se volviera mucho más patogénico. Puede ser una nueva cepa, que mutara o que el cambio climático le favoreciera, pero eso no se sabe”, dijo Zumbado.
Los anfibios respiran a través de la piel, un mecanismo llamado respiración cutánea. Justamente ahí es donde ataca este hongo, el cual les termina causando un paro cardiaco.
Pero el hongo BD se reproduce mejor en zonas altas y húmedas. Es decir, si las ranas podían movilizarse hasta “refugios climáticos”, algunas especies que se creían extintas podrían estar ahí refugiadas.
En años recientes, los científicos salieron al campo a comprobar esta teoría. En 2017, dieron en el clavo: una rana de vientre rojo —que se declaró extinta en 2004— reapareció en el Parque Nacional Juan Castro Blanco.
Hacer un hisopado a una rana es sencillo. Primero, hay que capturarla y esta puede ser la parte más compleja, confiesa Zumbado. Aún así, es el método menos invasivo para detectar el hongo BD.
Al capturar al anfibio, lo siguiente es hacer un hisopado en su piel, donde puede estar presente el hongo. A esa muestra se le realiza un análisis PCR en el laboratorio, el cual identifica los genes del BD.
La investigación analizó 34 sitios a lo largo de Costa Rica. En algunos, la información sobre las ranas ya existía pero en la mayoría los científicos tuvieron que salir a investigar.
Ellos construyeron un modelo matemático con estos datos y encontraron que la distribución del hongo BD aumentó en Costa Rica. En total, la enfermedad cubrió un 55% del territorio nacional (28,390 km2).
Alvarado indicó que es posible que el organismo ya estuviera en un territorio similar en el año 2000, pero la tecnología para detectarlo era más rudimentaria. Aún así, Zumbado indicó que el hongo sí ganó terreno.
“La técnica que se utilizaba antes sí funcionaba bien para calcular la distribución geográfica. Esto implica que el hongo sí se ha movido después de 1995. Sí se ha adaptado a las condiciones de zonas bajas”, dijo Zumbado.
Una posible explicación es el cambio climático, algo que todavía genera debate entre científicos. “Hay una posible correlación entre ambos, pero tener una correlación no es prueba de una causa”, dijo el biólogo.
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Ahora, el estudio de Zumbado muestra que el hongo está llegando tanto a zonas bajas como a áreas protegidas. Proteger estos “refugios climáticos” sería clave para reducir la muerte masiva de anfibios.
Si bien los científicos encontraron presencia del hongo en tierras bajas, esto no quiere decir que se vayan a formar brotes, dijo Alvarado. Las condiciones en estos sitios no favorecen el desarrollo del hongo.
Más bien, es una alerta para reducir otras formas de estrés para las ranas en estos sitios. Por ejemplo, el cambio climático y la contaminación de agroquímicos serían amenazas adicionales al organismo.
“Este hongo no es la única amenaza para los anfibios. Educando al público, si bien es imposible detener la dispersión del hongo, podemos tratar de detener otras amenazas”, dijo Zumbado.
Esta labor es todavía más importante en áreas protegidas, dijo Alvarado. El estudio muestra que, entre las Áreas Silvestres Protegidas analizadas, el 80% tuvo presencia del hongo BD.
“En estos sitios aunque estén protegidos se puede desarrollar la enfermedad. Simplemente proteger parques nacionales no es suficiente, tenemos que velar por la condición en que se encuentren”, dijo el científico de la UCR.
Solo en el 2017, por ejemplo, investigadores del programa Estado de la Nación encontraron que 16 mil hectáreas de piña invadieron territorio protegido, especialmente en la Zona Norte.
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