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Olivia Newton John

Olivia y Elvis: Por qué todos morimos un poquito cuando fallece un ídolo

​Hoy, como pocas veces, lloré la muerte de un "famoso", en realidad no por su fama, sino porque, sin su maravilloso quehacer artístico, nuestra adolescencia se habría consumido entre guerras ajenas y carencias propias.

Yuri Lorena Jiménez

08/08/22 | 19:49pm

Un bolazo --de boliche-- en el estómago recibí este lunes 8 de agosto, pasado el mediodía, cuando supe de la muerte de Olivia Newton John, la rubia ojiverde australiana que nos elevó al cielo a los adolescentes de finales de los años 70 junto con el icónico John Travolta.

En Juan Viñas --cantón de Jiménez, Cartago-- los adolescentes vivíamos a finales de una turbulenta década marcada por la revolución sandinista que se coronó el 19 de julio de 1979 como un triunfo del pueblo --emoji con carita de terror con lo que hoy sabíamos que ocurriría--, y como en el resto Costa Rica veíamos a nuestros papás (en general, a todo el pueblo), en una zozobra que nunca habíamos vivido, durante el gobierno de don Rodrigo Carazo, que en su momento culminó en un caos de desabastecimiento alimentario e incertidumbre como pocas veces se había visto en la mitad del Siglo XX.

La primer huelga de hambre en la historia de Costa Rica se decantaba en mi pueblo --Juan Viñas--, en una covacha frente a las gradas de la Iglesia y en la que yo con 12 años me involucré con pañuelos rojinegros sandinistas, en un tema que no entendía muy bien y que me costó unas reprimendas bestiales por parte de papi Cosme (mi padre) cuando se enteró de que tanto mi hermana Lucy y yo andábamos "enredadas con esos hijueputas comunistas"

Entonces, aparecieron ellos: John Travolta y Olivia Newton John con Grease, la película y Grease, las canciones. Ya Travolta había hecho lo propio con Fiebre de Sábado por la Noche, un año antes, y cuando ambos volvieron loco al planeta con Grease (Vaselina).

Olivia Newton John

De no haber sido por Travolta y Olivia, posiblemente, en nuestra inconsciencia y azuzados por los Mejía Godoy --que sufrirían años después el desencanto más terrible por la causa que apoyaron, igual que nosotros--, pues es capaz que yo me habría ido a dizque guerrear a las montañas en Nicaragua con tal de liberar al istmo de la tiranía suprema... pero entonces, apareció Grease y nosotros, los juanviñenses y los pueblerinos y los citadinos de casi todo el planeta, tuvimos una válvula de escape en la que los muchachos se dejaban el cabello con el corte de Travolta y nosotras (yo no porque nunca se me ha dado el fashionismo, jeje) con lazos en el cabello y faldas voladas.

Pero entonces, entre la crisis del Gobierno y la crisis de la Revolución Sandinista vs. Somoza, Olivia y Travolta nos ofrecieron una salida espectacular que, al día de hoy y por siempre, será quizá el único paliativo gratuito para todos los problemas de vida y de muerte: la música.

Daniel Mata, jovencísimo y hoy fabuloso guardaparques y Hannia Ulate, la aniñada rubia de 14 años, encarnaron espontáneamente a John Travolta y a Olivia Newton John en sesiones improvisadas en el cole, en las casas de todos los congéneres: se vestían igual que los actores, a punta de ingenio, y armaban las coreografías que todos disfrutábamos en los corredores de las diferentes viviendas en nuestra espectacular Juan Viñas Rural.

¿Por qué sentí esa sacudida hoy, cuando supe que había fallecido Olivia Newton John, con todo y que llevaba años lidiando con un cáncer al que había refrenado varias veces?

Porque aunque todos sabemos que nos vamos a morir, atesoramos esas épocas de antaño épicas, maravillosas, guardadas en el sector sepia de nuestro cerebro. Como cuando Daniel, Hannia y el resto de la muchachada intentábamos las coreografías de Grease, con cassettes de los de antes y radiograbadoras a todo volumen, entre el verdor de mi pintoresco pueblo que cruzábamos a zancadas de tecnología básica, lo que pasaba en el resto del mundo: el furor por los amores, desamores, la moda y la música del cambio de década que marcaría una época, mientras nos desconcentrábamos de la guerra en Nicaragua y de la guerra en los hogares de todos por sobrevivir a la crisis.

¿Qué tienen que ver Olivia y Elvis? Nada y mucho. Al menos, desde mi perspectiva de chiquita de 10 años que presenció cómo el 16 de agosto de 1977, mi amada madre, doña Grace, abnegada ama de casa y a quien no recuerdo haber escuchado a Elvis Presley, rompió su rutina de lavar platos mientras hacía el almuerzo cuando entró sin tocar la puerta nuestra amada vecina Norma, con las manos en el rostro mientras le espetaba, entre lágrimas: "¡Greicita, se NOS murió Elvis!".

Elvis Presley

Mami dejó caer la esponja de lavar trastos en la pila, se miraron ellas dos con los ojos aguados, se fundieron en un abrazo mientras yo veía aquella escena a sabiendas, por encimita, de quién era Elvis, y sin entender por qué aquellas amas de casa pueblerinas podían llorar por él sin decirse nada entre ellas...

Este lunes al mediodía, cuando supe que Olivia Newton John había muerto, entendí como pocas veces lo ocurrido aquel lejano 16 de agosto, cuando mami y Norma, posiblemente avergonzadas por llorar por un extraño lejanísimo a ellas, no pudieron controlar sus sentimientos y tampoco intentaron explicarlos la una a la otra.

Hoy, como pocas veces, lloré la muerte de un "famoso", en realidad no por su fama, sino porque, sin su maravilloso quehacer artístico, nuestra adolescencia se habría consumido entre guerras ajenas y carencias propias.

Pero la música, gente, en el mejor sentido, la música es el verdadero opio del pueblo.

Olivia Newton John

Olivia, tu hermosura, tu sonrisa plena, tus destrezas en la pista de baile y tu donaire para envejecer, nos acompañarán siempre, mientras te nos unimos en tu propio Xanadú.

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