Tras dos años de pandemia y en medio de sendas complejidades económicas y sociales, miles de costarricenses se congregan alrededor de la Fuente de la Hispanidad, en San Pedro, para celebrar el pase al sexto mundial de La Sele <i></i>
Alessandro Solís
14/06/22 | 18:09pm
¿Se puede tener todo en un mismo día? ¿Es posible que haya asueto para ver el partido contra Nueva Zelanda, que La Sele consiga el boleto a su sexto campeonato mundial y que la lluvia no estropee las celebraciones en la Fuente de la Hispanidad? El martes 14 de junio probó que hay jornadas en las que todo es posible, aunque naturalmente algunas gotas quisieran "aguar la fiesta", pero sin mayor éxito.
Miles de costarricenses celebraron estos y otros acontecimientos a viva voz, con bailes en la calle y tambores en brazos, nada más acabar el partido de repechaje que le dio el boleto a Costa Rica al Mundial de Catar 2022. Camino a la Fuente de la Hispanidad desde el centro de San José, Andrés –un chofer de Uber–, lo resumió así: "Hacía falta esto; al país le hacía falta una celebración, la que fuera".
Ese diagnóstico fue compartido por muchos de los presentes, que relataron a AmeliaRueda.com no solo lo que este triunfo significaba para sus vidas individuales, sino también para la existencia colectiva del país. Probando una vez más ser el pegamento de nuestro tejido social, el fútbol –como siempre que trae alegría– borró este martes todas nuestras diferencias, según coincidieron los aficionados consultados.
Tras dos años de pandemia, en medio de una crisis por el alto costo de la vida y aún con resaca de uno de los periodos electorales más convulsos que se recuerden, los costarricenses estaban simplemente esperando una inyección de ánimo y moral que no podía llegar de otra manera que con un 1-0 ante Nueva Zelanda, con el que no solo se pasó al Mundial, sino que también se cumplió una de las máximas culturales de este país: dejarlo todo para el último minuto... y que funcione.
Con la excepción de Daniel (27 años), todos los consultados para este artículo opinaron que dejar todo para el último minuto es casi como un símbolo patrio; un emblema de nuestra idiosincrasia. Daniel aprovechó el contexto para vender parafernalia de la Tricolor en media calle principal de San Pedro, y dijo que él no cree que La Sele se esperara "hasta el último minuto" porque venía ganando partidos y los jugadores se veían preparados.
Valery (30) cree que, más bien, a los ticos "nos gusta estar con el mecate hasta aquí (el cuello) para ponerle".
"Ese es el problema: los latinos somos así", sentenció Juan Carlos (58), que siente que "se celebra en grande porque sufrimos en grande".
El camino de La Sele a Catar 2022 ha sido espinoso y lleno de incertidumbre, y eso hace que simplemente la victoria sepa mejor; que la afición (o el país entero, que es lo mismo) sienta el gane en cada célula de su organismo, así como sintió la angustia de los últimos meses.
El sufrimiento de esta temporada premundialista fue algo a lo que muchos apelaron. Alonso (20) señaló que "es una por otra", dado que esperar hasta el último minuto es una estrategia que a veces parece dar réditos pero que, a su vez, de no haber sido así tal vez "no hubiéramos sufrido tanto". En todo caso, nada, ni la mejor planificación, podría quitarle a él el "orgullo" y la "pasión" que siente por La Sele.
Al igual que Daniel, el chofer de Uber anteriormente citado, Carlos (34) manifestó que "hacía falta celebrar y tener algo en común; desquitarnos, salir y tener un pretexto bonito en común". Postrado en medio de la calle, este aficionado fue uno de los más conmocionados por el resultado del partido, lo que es mucho decir en un lugar en el que la euforia mundialista estaba desatada. "Son muchos sentimientos encontrados", dijo, con los ojos medio llorosos.
"Después de tanto tiempo encerrados por la pandemia, tener la oportunidad de salir y ver a los chiquillos jugar y celebrar y divertirse es muy lindo", anotó Elisa (40), que vino con sus dos hijos y una amiga a pasar la tarde entre camisetas rojas, tambores y, desde luego, mucha cerveza, aunque ella no fuera necesariamente quien la estuviera consumiendo. Según la Fuerza Pública, durante las primeras horas de la concentración en la Hispanidad, no se registraron incidentes más que el decomiso de bebidas alcohólicas. Sin embargo, conforme avanzaba la celebración alguno que otro problema se presentó, uno de los más severos fue el apuñalamiento de una persona, quien tuvo que recibir atención médica.
Para Alejandra (41), se celebra porque es un asunto de "justicia", en el tanto en Nueva Zelanda el amor por el fútbol no es tan profundo como en Costa Rica. Además, es "una oportunidad hasta económica para el país", dijo. En eso también coincidieron muchos de los entrevistados, que saben que un año mundialista abre un sinfín de escenarios a nivel social y económico que de otra forma no se abrirían.
Willy (57) lo tiene claro: "La alegría no es tanto en lo personal sino para el país, pues esto beneficia la economía". Lo mismo piensa Juan Carlos (58): "Esto alimenta la economía del país fuertemente". Y ni que decir de Rolando (38), que augura "crecimiento económico" porque "un año de Mundial es completamente diferente a cualquier otro. Será bueno sobre todo para el comercio, que viene saliendo de la pandemia".
Así las cosas, es evidente que este martes no se jugaba solo un partido, sino también el futuro próximo de la esfera colectiva. No se celebraba solo un pase al Mundial, sino también una promesa que permita recuperar la ilusión. Las calles de San Pedro (y tantas otras) no vibraron durante horas solo porque se necesitaba un pretexto para salir de fiesta un martes en la tarde, sino porque todos los ahí presentes encontraron, por primera vez en mucho tiempo, algo bueno a lo que aferrarse; alguna bendición que salpicara a todos por igual.
Solo 10 minutos duraron los aficionados en ocupar la vía pública de San Pedro después de terminado el partido. Cuatro horas después, al cierre de esta nota, los miles que se presentaron a la celebración seguían tan enérgicos como al principio. Y el miércoles todo volverá a la normalidad, pero con una notable diferencia: al grueso de la población le brillarán los ojos al menos durante los cinco meses que nos separan de Catar 2022. Y eso, especialmente en las circunstancias que nos ocupan, ya es tocar la cima.
Fotografías: Fabián Marrero.
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