Guerra contra abstencionismo inicia con incentivar a primeros votantes para que asistan a las urnas

El tercio más joven de electores es menor a los 30 años y es el que muestra un mayor ausentismo electoral

Marcela Angulo

04/10/17 | 14:23pm

Votar por primera vez cuando se adquiere el derecho a hacerlo, a los 18 años de edad, es clave para disminuir el abstencionismo en las elecciones de febrero de 2018 y producir un cambio en la conducta de los electores jóvenes.

Solo así se podrá combatir este fenómeno en los comicios venideros y preservar de esta manera la institución del sufragio. Así concluyen investigaciones realizadas sobre el “hábito del voto” entre los electores costarricenses.

Entre 1962 y 1994, ocho de cada diez ciudadanos ejercieron el sufragio en los comicios presidenciales y legislativos, lo cual mantuvo entre el 18% y el 20% el ausentismo en las urnas, en promedios similares en todos los grupos etarios. No obstante, desde 1998 el abstencionismo muestra una tendencia a consolidarse en porcentajes mayores a 30.

En los comicios de 1998, el nivel de ausentismo aumentó 11 puntos con respecto a la justa de 1994, al pasar de 18,9% a 30%. En los menores de 30 años, ese porcentaje creció de 19,3 a 32,3, más de dos puntos por encima del promedio global.

Las elecciones de 2006 mostraron los mayores niveles de abstencionismo. El promedio del total fue de 34,8% y en los menores de 30 años de 37,2%, según datos del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE). Aunque en las dos contiendas posteriores de 2010 y 2014 esos indicadores disminuyeron levemente, los no votantes menores de 30 años se mantuvieron dos puntos o más por arriba del promedio general.

Esta situación, que preocupa aquí y en otras latitudes, fue estudiada por tercera vez consecutiva en 2011, como parte de un proyecto que auspician el TSE junto con la Universidad de Costa Rica, con el objeto de profundizar en las causas del abstencionismo. La base de los análisis es una encuesta de campo que se efectúa entre electores de todo el país, un año después de cada elección.

El hábito del voto fue analizado en aquella ocasión por el investigador y politólogo Ronald Alfaro Redondo, en el capítulo intitulado “¿El hábito hace al monje? ¿Podría el hábito de votar revertir la tendencia de baja participación electoral?” Este y los demás trabajos de investigación fueron editados en el libro “Respuesta ciudadana ante el malestar en la política: Salida, voz y lealtad” (2013), cuyo énfasis estuvo en los resultados de las votaciones de 2006 y 2010 y de la encuesta realizada en febrero de 2011. Al presentar la publicación en 2013, el Presidente TSE, Luis Antonio Sobrado, recurrió al análisis de Alfaro al afirmar que “conforme avanzamos en el tiempo, la abstención electoral se alimenta, cada vez más, del ausentismo de los jóvenes.”

El trabajo de Alfaro se enmarca en teorías desarrolladas por otros investigadores y en las suyas propias, las cuales sustentan la idea de que “votar por primera vez en las elecciones en las que se tiene derecho a hacerlo deja una huella en el comportamiento político de las personas.”

Con técnicas estadísticas novedosas, el investigador logra demostrar que ejercer el voto es “un predictor poderoso del comportamiento futuro.” Así, el haber participado en la elección más reciente determina en buena medida la disposición del individuo de acudir a las urnas en elecciones posteriores.

“Este hallazgo, según Alfaro, pone a la política costarricense frente a una compleja disyuntiva. Si nuevos electores desarrollan este hábito a lo largo del tiempo se podría atenuarel ausentismo en las urnas. Sin embargo, si las nuevas generaciones no adoptan tal conducta, los niveles de participación en el futuro podrían ser incluso menores a los reportados en la última década.”

De allí la importancia de incentivar el ejercicio del voto entre los electores jóvenes, los más afectos a tener una baja participación en las urnas. Las estadísticas del TSE demuestran que en las contiendas de 2014 y 2016, la mayor abstención, próxima al 35%, se registró en los grupos de entre 18 y 24 años y de entre 25 y 29 años y fue disminuyendo, progresivamente hasta que los adultos llegaron a su tercera edad.

Según la investigación de Alfaro, en la medida en que los nuevos electores no encuentren motivaciones para sufragar, será más difícil que las nuevas generaciones desarrollen el hábito de votar. “Esta situación se agudizaría con el tiempo, conforme este grupo represente, progresivamente, una mayor proporción de la población electoral.”

Efectivamente, para las elecciones de 2018 el padrón electoral será similar al del 2016. Más del 50% de los votantes es menor de 40 años, mientras que aproximadamente un tercio es menor a los 30 años. Además, la tendencia natural es que los grupos etarios de mayor edad lleguen a abstenerse de sufragar por razones naturales ajenas a su voluntad política.

Otro de los hallazgos del citado estudio es el ensanchamiento de la brecha en la participación electoral. El investigador fijó la edad de 35 años para dividir a los votantes y demostrar cómo el promedio de participación de la mitad más joven es significativa y considerablemente menor que el promedio de los individuos mayores de 35 años.

“En 1994 la brecha en la participación de ambos grupos era menor pero se ha venido ensanchando con el paso de las elecciones.” En la elección de 2010, acota Alfaro, los mayores de 35 años aumentan ligeramente su promedio de participación, mientras que los menores a esa edad disminuyen su promedio. Ello difiere de lo que sucedió en las cuatro elecciones previas, en las que ambos grupos mostraban el mismo patrón.

El incremento en el abstencionismo es una tendencia universal que es objeto de estudio de las comunidades científica y política de todo el mundo democrático. Es también causa de preocupación de autoridades electorales y partidos organizados. Hugo Picado, director del Instituto de Formación y Estudios para la Democracia (IFED), del TSE, dijo que este comportamiento es normal en casi todas las democracias como la nuestra, que no sancionan a quienes no sufragan.

Según Picado, el TSE es muy consciente del creciente predominio de los jóvenes en el total del padrón electoral y es por eso que esta institución hace ingentes esfuerzos para que éstos se empadronen y voten. Lo mismo espera que hagan los partidos políticos.

Sin embargo, al 31 de mayo, de los casi 165 mil nuevos electores que podrán ejercer su derecho a voto en el 2018, casi 38 mil no habían solicitado su cédula de identidad. Este trámite tenía como límite el pasado 3 de octubre. A esta fecha, el padrón electoral en Costa Rica está conformado por más de 3,3 millones de electores.

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