La destacada escritora que adoptó a Costa Rica como su segunda patria hace 60 años deja un gran vacío en el ámbito de la literatura costarricense y también en quienes fueron sus acólitos y amigos, muchos de los cuales se han volcado a rendirle los honores en redes sociales
Yuri Lorena Jiménez
22/02/23 | 18:38pm
Reconocida y recordada por novelas como Asalto al Paraíso (1992), Calypso (1996) y Candelaria al azar (2010), ganadora del Premio Nacional Aquileo Echeverría en tres ocasiones y del Premio Sor Juana Inés de la Cruz, la escritora Tatiana Lobo Wehoff falleció la tarde de este miércoles 22 de febrero, una partida que enluta al mundo de la literatura y cultura costarricense.
Nacida en Chile, en sus 20's se radicó en Costa Rica, su país adoptivo en el que labró su vida personal y profesional. Era reconocida por su inteligencia, la solidez de sus argumentos y la autoridad de su voz crítica.
Fue su hija, Montserrat Blanco, quien comunicó el fallecimiento mediante Facebook. "Nuestra mamá ha fallecido hoy", escribió. La vela tendrá lugar este jueves 23 de febrero a partir de las 5:00 p. m. en la Funeraria del Magisterio Nacional, en Barrio Pitahaya, San José, en la Sala Monarca 3.
"Su escritura estuvo siempre marcada por una seria y sistemática investigación en diversos archivos, por ejemplo coloniales, y a través de esas investigaciones exploró lenguajes estéticos y formas de representación de voces y existencias marginadas como las de mujeres, las comunidades indígenas y las afrodescendientes. Sus historias literarias desde abajo han enriquecido de forma única a las literaturas centroamericanas", publicó como parte de un extenso homenaje póstumo la Red Europea de Investigaciones sobre Centroamérica.
Entre las decenas de remembranzas que se iban colgando en las redes sociales de la escritora en las últimas horas de la tarde, destaca por ejemplo una de las primeras, vertida por el escritor Rodrigo Soto: "Incómoda, indócil. A pesar de su larga permanencia entre nosotros, Tatiana Lobo nunca quiso aprender a callarse. Eso le trajo algunos adversarios y también algunos amigos. Yo no fui una cosa ni la otra, pero tuve ocasión de tratarla. Su intervención en las Tertulias del Farolito -que organizamos Carlos Cortés, Clara Ballesteros y yo, allá a mediados de los noventa, poco después de la publicación de su maravillosa novela Asalto al paraíso-, fue inolvidable.
"Recuerdo, como si lo estuviera escuchando hoy, el relato de sus impresiones cuando por primera vez descubrió en Costa Rica a una señora negra, vestida de domingo, entrando al hotel Bristol, en el barrio La California, no lejos de la estación del Ferrocarril al Atlántico. De la fascinación que le produjo ese descubrimiento, nacerían Asalto al paraíso y, después, Calypso. Recuerdo también que en aquella ocasión refirió que para escribir -vivía entonces en el Caribe- se ataviaba con un collar que le habían regalado sus amigos talamanqueños, hecho con dientes de felino. Del Caribe, se fue a vivir a La Paz de San Ramón, donde sospecho que tampoco encontró la paz que de alguna forma buscaba. Ahora, confío, la ha encontrado. ¡Gracias por todo, vieja peleona! Ya estás volando con los zopilotes y con las águilas del otro lado del viento".
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