En el 2017 miles de mujeres empezaron a usar la etiqueta #MeToo para denunciar la violencia sexual; un lustro después el movimiento sigue en boga y con muchos pendientes a futuro.
AFP
29/09/22 | 12:28pm
Hace cinco años centenares de miles de mujeres en el mundo empezaron a utilizar la etiqueta #MeToo para denunciar la violencia sexual y sexista, un movimiento que continúa agitando las aguas en todo el mundo, aunque queda mucho camino por delante.
Fue el 15 de octubre de 2017 cuando la actriz estadounidense Alyssa Milano publica un mensaje en el que invita a las mujeres que han sufrido acoso sexual a utilizar la etiqueta #MeToo (YoTambién) en Twitter para compartir su testimonio.
En realidad esa denominación había sido creada en 2006, pocos días después de la publicación en la prensa estadounidense de dos investigaciones explosivas sobre las agresiones y violaciones del productor de cine Harvey Weinstein, que tuvieron lugar impunemente durante años.
Fue un tsunami mundial: los testimonios invadieron la red social en pocos días y las manifestaciones se multiplicaron en numerosos países.
"La amplitud del movimiento es extraordinaria", explica a la AFP Florence Rochefort, investigadora del Centro de Investigación Científica francés (CNRS), especialista en la historia de los feminismos.
Es un momento "histórico" que permitió "visibilizar la dimensión de esa violencia".
"Pero aún estamos lejos de haber implementado soluciones", añade.
Algunos hombres consideran que el movimiento es exagerado.
Quien fuera por décadas el productor más poderoso de Hollywood acá, en diciembre del 2019, avejentado y enfermo, durante uno de los tantos procesos en su contra. Foto AFP
"#MeToo demostró la rutina de esa violencia sexual y sexista, su carácter banal", ya sea en la vida diaria en la calle, en el lugar de trabajo, en el seno del hogar, explica a la AFP Sandrine Ricci, socióloga especialista de la universidad de Quebec en Montréal.
"El movimiento permitió a la gente, en particular a las víctimas comprobadas o potenciales, comprender mejor lo que estaba en juego", explica.
A juicio de esta feminista, "los perjuicios persisten" y la sociedad tiene tendencia a "desviar la responsabilidad de los agresores, sobre todo cuando están en posición de poder", añade.
El movimiento #MeToo tuvo sus propias versiones locales en cada país.
Para Adéle Pautrat, fotógrafa francesa de 29 años residente en Bruselas, el movimiento se ha convertido en "un símbolo de la reapropiación de la palabra" por parte de las mujeres.
"Se trata de un problema colectivo ante el cual hay que saber tomar postura de manera firme", explica.
Desde el inicio de #MeToo, "es más fácil hablar de acoso sexual, que ha pasado a ser considerado como un problema estructural más que individual", destaca Hillevi Ganetz, profesora especializada en género y medios de comunicación de la universidad de Estocolmo.
El movimiento ha obligado a las empresas en el mundo occidental a reaccionar. Cada vez hay más compañías que organizan formaciones sobre el acoso sexual y nombran a personal habilitado para recibir quejas.
El clima de denuncias en Estados Unidos ha provocado que "las empresas tomen cada vez más en serio las acusaciones de acoso o agresión sexual" y que apliquen "medidas disciplinarias o despidos a los empleados acusados", indica a la AFP Camille Hébert, profesora de Derecho de la universidad de Ohio.
Esa firmeza "ha hecho evolucionar la cultura empresarial", aunque las leyes siguen siendo las mismas.
En Suecia en 2018, en España el año pasado, las leyes que penalizan la violencia han sido endurecidas.
Pero las asociaciones feministas consideran que la respuesta gubernamental es insuficiente.
Mientras, el movimiento toma otras vertientes, como #MeTooIncesto en Francia.
Como ya se dijo, el movimiento #MeToo llevó a numerosas mujeres en el mundo a reaccionar ante la violencia sexista o las agresiones sexuales. Estos son algunos testimonios recogidos por la AFP.
"No pensé nunca que un día iba a explicar mi historia y a revelar mi secreto, pero después de haber leído numerosos testimonios de mujeres víctimas de agresiones sexuales, me animé a dar el paso" explicó a la AFP "L", tunecina de 26 años, víctima de una agresión sexual cuando era pequeña.
"Es como si algo se hubiera desbloqueado en mi interior. Me dio ánimos para cambiar mi vida, para ser feliz. Me volví más fuerte, ya no quiero ser la persona pasiva que tiene miedo de todo", añadió.
Sus padres se oponían tenazmente a que presentara una denuncia por la agresión que sufrió por el temor a que su hija fuera rechazada "en una sociedad que es desgraciadamente muy conservadora".
"L." decidió hablar en voz alta de lo que le sucedió a su alrededor. "Empecé por mis padres, mis hermanas, mis tías, mis primas. Intenté hacerles comprender que tener una víctima de violación (en la familia) no es ninguna vergüenza".
"Hice una pasantía con un congresista en los años 2000", explica a la AFP Louise (su nombre fue cambiado a su demanda), una estadounidense de 36 años.
Rápidamente un miembro del equipo la invitó a cenar, ella rechazó. Durante años mantuvieron una relación de amistad, pero el hombre solía "hacer comentarios inoportunos".
"No le daba importancia, siempre le encontraba excusas", explicó esta exasistente.
Ese responsable acabó siendo denunciado públicamente al estallar el movimiento #MeToo. "No me sorprendió realmente", señala esta estadounidense, que el episodio le dio la oportunidad de "reevaluar mis años de juventud".
"Esta experiencia me abrió los ojos. Estaba tan acostumbrada a que los hombres hagan comentarios inapropiados que los suyos me parecían normales".
"Actualmente trabajo en Washington, me cuesta entender la manera cómo se trata a las mujeres aquí", explica. "Me da la impresión de que la gente piensa que podrá salir bien librada porque ostentan poder".
Gabriela Ortiz, de 26 años, fue agredida sexualmente el año pasado por un amigo de su compañero, con la complicidad de este, durante una velada en México.
El movimiento #MeToo le dio fuerzas para denunciarlo. "Empezaron a producirse muchas denuncias y ahí comprendí, aunque pueda parecer un cliché, que no estamos solas", dijo a la AFP.
Empleada en una empresa de servicios financieros, Gabriela decidió también denunciar a sus agresores en las redes sociales.
"Antes de #MeToo no era posible hablar de violaciones", explica a la AFP Nazreen Ally, de 43 años, residente en Durban, Sudáfrica.
Responsable de una empresa de seguridad, Ally sufrió una violación a los 13 años de edad, y ofreció su testimonio al inicio del movimiento.
"Cuando empecé a hablar, muchas mujeres me confiaron sus historias y me di cuenta que había otras mujeres que también sufrían en silencio", describe.
"Empecé a abrirme progresivamente sobre tema, para demostrar a las mujeres que también pueden lograrlo".
"En mi interior me sentía feminista, pero no me atrevía a aplicar" esa ideología, explicó a la AFP Karine Zerbola, de 49 años, responsable de un bar en Annecy, Francia.
Zerbola asegura que ahora ya no consiente los chistes sexistas.
El movimiento #MeToo "me confirmó que los comportamientos de algunos hombres ha sido durante mucho tiempo irrespetuoso, y que eso no era normal", explica.
Esa reflexión la ha conducido por ejemplo a "prestar mucha atención" a "la paridad", añade.
"Contrato tantos hombres como mujeres, y todo el mundo hace el mismo trabajo", explicó.
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