Narcomenudeo,madres
Sammy

Casa por cárcel

<i>Actualmente, 259 mujeres llevan en el pie un </i><i>‘</i><i>dispositivo de vigilancia electrónica</i><i>’ </i><i>del ministerio de Justicia</i><i>, pero</i><i> 126 aún no tienen sentencia</i><i>:</i><i> </i><i>Sammy</i><i> es una de ellas. </i><i>S</i><i>u detención </i><i>fue por</i><i> ‘narcomenudeo’</i><i>, </i><i>la reina de las causas del encarcelamiento d</i><i>e mujeres en Costa Rica</i><i>, en el que también predominan las jefas de hogar</i><i>. </i><i>Su histori</i><i>a es única, pero nada original. </i>

Texto: María Montero, basado en el relato de ‘Sammy’

15/08/22 | 13:30pm

Sammy no se llama Sammy ni tiene 40 años, pero la idea es conocer su historia, no que firme una confesión. Es la una de la tarde y,en San José, muy pronto lloverá como hace tiempo no llueve. La serie coreana que pasan por televisión es una más de las ‘miles’ que Sammy se traga a diario pues, para invertir las interminables horas el día, el encarcelamiento doméstico le deja otras opciones que no domina, como la lectura, la jardinería o el bordado. “A veces siento que me vuelvo loca aquí encerrada, ha sido muy duro, claro, se supone que es un castigo”, dice Sammy.

También limpia y cocina, pero sale de eso demasiado rápido, porque el apartamento de su prima –donde está recluida, aunque de paso–, consiste en una habitación sin patio. Ella duerme en el sofá mientras tanto. Por supuesto que quisiera encontrar un trabajo. Sus dos hijos son mayores de edad y su detención los obligó a independizarse, pero se han vuelto muy unidos entre ellos, y pasan a visitarla cada vez que pueden. La situación también la separó de su mamá, con quien habíavivido desde que tiene memoria, pero ahora no pueden verse ni en pintura, porque la señora también está detenida en su casa, inmovilizada por las circunstancias y la depresión.

A Sammy le colocaron la tobillera electrónica en diciembre anterior y aunque desearía con todas sus fuerzas controlar el desenlace de su historia, es la primera en reconocer que nadie sabe con certeza qué le depara el futuro, algo que ella nunca ha sido capaz de predecir.

“Nací en Desamparados y ahí viví toda mi vida. Soy la mayor de cinco hermanos. Fui a la escuela, saqué sexto, pero me echaron en el primer año de colegio, en la primera entrega de notas, por peleona. Supongo que me gustaba pelear. Es que me molestaban y yo pasaba agarrándome con mis compañeros y compañeras, con todo el colegio... a mi prima le hacían mucho ‘bullying’ y yo me pasaba defendiéndola, aunque ella iba un año adelante. Cumplimos el mismo mes, pero con un año de diferencia. La verdad es que casi no iba a clases, sino que me iba al aula de ella, en octavo, y pasaba metida ahí”.

“El primer año de colegio fue un fracaso, porque no hice nada, sinceramente, pero en el segundo año me metieron en otro colegio y me iba muy bien, sacaba muy buenas notas y era la goleadora, hasta quedamos campeonas de juegos intercolegiales... Y ya después quedé embarazada de mi primer hijo, a los 14 años y medio. ¡Y seguí estudiando, aún así! Iba con jumper y todo, pero antes de hacer los últimos exámenes, mi hijo se me quiso venir. Me tocó estar internada como un mes en la Carit, y después de que salí, no volví a estudiar más”.

“Me gustaba mucho el futbol, hasta me decían ‘La Pibe Valderrama’. No es por nada, pero era muy buena jugando. Incluso después de que tuve a mi hijo seguí jugando futbol, pero ahí fue donde se comenzó a complicar todo, porque ya tenía a mi hijo, el papá no me daba naday entonces era duro en la casa... Me tocó prostituirme a los 15 años y medio, cuando mi hijo ya tenía como 6 meses”.

“Una noche me quedé sin leche, sin mantillas y sin nada. Él no tomaba teta. Recién nacido estuvo internado un mes en cuidados intensivos porquehabía aspirado el agua de la fuente, y estaba de lo más mal. En la Carit le daban leche materna, pero cuando salió, no quería mamar. Yo intentaba darle, pero él lloraba y lloraba, como que no le sustentaba. Entonces ese día se quedó sin leche y sin mantillas y pasó toda la madrugada así, llore y llore. Uy sí, viera usted qué feo. Y yo llorando a la par de él, porque oiga, aunque usted no me crea, yo tenía a mi hijo a la par, y cuando él se dormía, yo jugaba con las barbis y las muñecas. ¡Todavía! Entonces vine y le dije a una amiga que conocía a unas güilas, unas compas de ella que lo sacaban a uno con señores, vine y le dije. Y así fue que salí la primera vez, y así mantuve a mi hijo. Con el transcurso del tiempo, quedé embarazada de mi hija, a los 17 años”.

“Los dos fueron torta, por supuesto. Y con la segunda fue caradebarrada mía porque mi mamá me daba las pastillas y yo no me las tomaba, porque se me olvidaba y me las tomaba mal, era un descontrol, y por eso quedé embarazada. Y en este transcurso, yo iba y me paraba en las esquinas, me prostituía en las calles, en Barrio Amón. Y hasta embarazada lo hacía. A mí casi no se me salía la panza. Así comenzó todo. Fue después que me preguntaron si me quería ganar una plata por ir a rellenar unas naranjas, y ahí fue donde conocí la marihuana, porque antes, no. Embarazada de mis hijos, no. Mientras estaba haciendo las bombas a la muchacha que me pidió que le ayudara, me traje un pedazo de mota y le dije a mi mamá que lo vendiéramos, y así empezó el desmadre con la venta. El consumo, no, solo la venta. En ese momento tenía como 18 años, y yo comencé a fumar marihuana hasta los 21. La probé a los 12, pero no me gustó, cuando estaba en sexto. No me gustó porque me dejó muy estúpida, tirada en un sillón”.

“Imagínese, así mantuve a mis hijos. Nunca fue una cosa en grande, por los problemas que hay. Además, no se podía. Uno tenía que invertir bastante plata si quería traer más y, segundo, uno no tiene el nivel como para enfrentarse a vendedores grandes”.

“El seguimiento que nos hicieron duró como tres meses, pero no nos dimos cuenta. Sí andaba mucho por ahí la policía, pero diay, era difícil detectar que nos estaban tomando fotos y que nos estaban grabando. Después de 20 años de estar en eso, fueron por nosotras”.

“Ese día yo estaba acostada, pero ya lo presentía.Fue un sustote. Imagínese que fue la primera vez que a mí me suben a una patrulla, que me toman las huellas y que me reseñan. Esa fue la primera vez de todo. Fue una experiencia fea estar ahí en celdas”.

“Ese día me levanté, pero no salí a trabajar. Estaba viendo tele y en eso vienen las noticias, y cuando están en sucesos, empiezan a hablar de allanamiento en tal lugar y en tal otro. Y me quedo así, porque ya me iba a meter a bañar. Pensé: ‘Uy Señor Jesucristo. ¿Cuándo será el día que nos toque a nosotras?’ ¡Juá! Ese mismo día que yo digo eso, al rato, yo estaba en el agua cuando oigo a mi hermana gritar: ‘¡Cuidado que aquí hay chiquitos!’ Y nada más escucho: ¡ORGANISMO! Entonces ya me tuve que salir del baño, nos tiran al piso, nos sientan, nos ponen las esposas y nos dicen que va a entrar la fiscal y la jueza para decirnos la vara. En eso nos dan una hoja con el motivo del allanamiento y por quiénes vienen, y ahí están los nombres de nosotras”.

“Eran un montón de policías con pasamontañas. Solo los que entran después, a revisar toda la casa, entran sin capucha, pero ellos entran bruscamente, corriendo y gritando: ‘¡ORGANISMO, NADIE SE MUEVA, TODOS AL PISO! Entran salvajes, apuntando con la armas, como en las películas. Eran muchos, demasiados. ¿Qué podían ser? ¿Como unos 100? Como es por narcotráfico, ellos piensan que puede haber armas, quién sabe, pero no encontraron nada, solo encontraron tres bombas que hacían 90 motos, de esos que cuestan ¢1000. O sea, ¢90 mil pesos en puchillos de marihuana. Todo lo dejaron patas para arriba, viera usted qué feo, porque todo lo revuelcan”.

“Cuando lo meten a uno para requisarlo, después de que le dictan toda la madre, antes de sacarlo, lo revisan y le hacen quitarse la ropa interior, subir la pierna, agacharse, para ver si uno no se escondió nada en la vagina o en el trasero. Y después que terminan el allanamiento en los cuartos, porque se van metiendo a ver si encuentran evidencia, lo preparan a uno, que si se va a cambiar o a llevar sueta para montarlo en la patrulla y llevarlo a los tribunales”.

“Mis sobrinas pegaban gritos como locas, pobres chiquitas, pero las dejaron salir. Y a otros que estaban en la casa, como no venía nada en contra de ellos, les quitaron las esposas y los dejaron irse. A los únicos que dejaron adentro fue a los implicados”.

“Cuando me iban a sacar, me preguntaron que si quería taparme la cara. ‘¿Para qué voy a querer taparme la cara? ¿Hay cámaras afuera? Porque si hay cámaras entonces sí, por supuesto’. Pero me dijeron que no, entonces les dije: ‘Yo voy así nomás. De por sí a uno lo conocen aquí en el barrio’. Y así nos subieron a la patrulla”.

“Y vea, ¿sabe qué? ¡Habían cerrado la calle como si uno fuera La Reina del Sur, o un narco grande, bravo! ¡Y oiga! Nos llevaron en una patrulla como con 20 motos de esas, de los motorizados, y más patrullas. Y yo me sentí feo.¿Por qué tanto el papel? ¡Ni siquiera por un violador o un asesino en serie hacen tanto desmadre como el que hicieron!”

“En los tribunales del centro de San José, nos meten al sótano, nos dejan sentadas en una banca, nos hacen quitarnos lo que llevábamos para echarlo en una bolsa y nos pasan una por una para que nos revisen unas oficiales, y lo mismo: se tiene que quitar toda la ropa y hacer sentadillas antes de que lo metan a la celda. Ahí estuvimos hasta las 7 de la noche, cuando llegó el abogado”.

“Solo marihuana, nunca otra cosa, porque no me gustaba. Es que la piedra y la cocaína, como generan tanta plata, traen muchos problemas, y como alrededor de donde vivíamos hay tantos ‘búnkers’, entonces eso puede traerle problemas a uno, por eso era solo marihuana. Claro que estos también son problemas, pero yo me refiero a problemas con los narcos, como pasa en otros lados, que vuelan bala y así, entonces mejor no. Ahora yo no sé si en el barrio están con perico, porque ahí sigue toda la vara”.

“Ya tengo siete meses con el brazalete y ha sido muy difícil. Pedí ayuda al Imas, porque es muy difícil que lo saquen de la casa de uno a que alquile en otro lugar, consiga trabajo y se mantenga, pero me dijeron que no estaba en pobreza extrema”.

“Todo el pelo se me cayó, pero el 15 de este mes mi prima compra las tijeras y me lo corta. ¿Para qué tenerlo largo si lo tengo hecho leña? Me lo quiero cortar, no sé, yo siento que todo lo que he pasado en estos siete meses está aquí en el pelo, entonces tengo que cortármelo para liberar”.

“Mis hijos son un amor. Esos carajillos son muy bien portados. Mi hija juega futbol sala, ahí tengo unos videos de ella jugando bola. Buena. A los dos se los inculqué, pero al mayor no le gusta. Son chiquillos bien portados. Ahorita mi hija está terminando de estudiar, y mi hijo ya consiguió trabajo, porque él es ya es bachi y sacó un curso completo de inglés en el INA, pero le estaba costando conseguir trabajo porque, no sé en cuál call center –igual le pasó a mi hermana–, estaban haciendo un training y al final les dijeron que no podían contratarlos por el proceso que estamos pasando nosotras. No sé cómo se enteraron, pero viera cómo les ha costado encontrar trabajo, por suerte mi hijo ya consiguió, gracias a Dios”.

“Mi hija está sacando el sexto, porque no le cuadraba estudiar. ¡Viera lo que costó que estudiara! Pero ya, ahí va. Ahorita se va a meter a sacar un curso de maquillado, que su tía le va a patrocinar. Y en este tiempo que yo he estado así, con esto, ellos dos se han apoyado, porque mi hija está juntada y el muchacho realmente se ha comportado a la altura, porque en estos meses le ha ayudado a mi hijo para la comida y su jabón. Antes de caer, yo seguía viendo por ellos, ayudándoles. Son carajillos que se portan muy bien, gracias a Dios, porque si no, yo con este proceso y ellos rompiéndome la cabeza, estuviera vuelta loca”.

“A una cierta de edad de ellos, yo vine y les conté todo el proceso mío: que quedé embarazada a temprana edad, que el papá de él no me daba nada, que un día se quedó sin leche y que yo tuve que hacer lo que tuve que hacer para sobrevivir. Yo a ellos todo se los conté, y ellos sabían. Les decía: ‘Yo no hago tanto sacrificio para que ustedes terminen así. Yo me sacrifico para que ustedes terminen de estudiar, y que no pasen por todas las cosas que uno pasa. Entonces, ahí van, distinto a mí”.

“Al principio, cuando quedé embarazada de ellos, fue un susto. ¡Yo tan carajilla! Yo ya mantenía a mi hijo mayor cuando quedé embarazada de la segunda, y entré como en depresión. No paraba de llorar todos los días. Lloraba y lloraba y lloraba, pasaba llorando. Hasta que la tuve, y se me quitó. Pero no, no: una mamá muy feliz, ahora, gracias a Dios”.

“Los dos saben quiénes son sus papás. El mayor sí tiene el apellido, pero la menor no, pero ¿qué se hace con el apellido? No se hace nada. Mi hija ‘muele’ más con el hermano del papá, porque él, chiquitilla, si le ‘tocaba el pie’ y le daba cosas. El papá es un carebarro. Imagínese que mi hija tiene dos hermanos más por parte de padre, y él más bien le quitaba plata a la mamá de esos chiquitos. Una vez, para quitarles el apellido, el mae hasta le pidió plata. Él para todo le pedía plata, porque como ella se casó con un extranjero, él quería plata. Para que él le diera la firma y el permiso para sacarlos del país, ella le pagó como $1000 dólares, para que tenga idea, cuando era para que sus hijos tuvieran una mejor estabilidad económica y una mejor vida”.

“El papá del mayor sí era novio mío, pero el papá de la chiquita no, era como un polvo por allá”.

“Cuando quedé embarazada del mayor, yo no les dije nada. Y jugué bola siete meses con él. No se me notaba la panza, estaba plana planaplana. Yo es que me ponía nalguda, pero no les dije nada hasta los siete meses, y ya cuando me llevaron al hospital por un dolor, al hacerme un ultrasonido, me faltaba como un mes para mejorarme. Y nadie se había dado cuenta”.

“Al chavalo había dejado de verlo. Lo agarré entre ojos porque fue la primera vez que tuve relaciones, una única vez y quedé embarazada. En serio. Cuando tuve a mi hijo, el doctor a mí me dijo: ‘Nombre, yo creo que mamita se va a tener que casar con el hijo’. Tuvo que hacer separación de membranas, porque decía que todavía estaba ‘cerrada’. Era virgen y estaba embarazada, pero ahí estuvo el regalo, por travesear. ¡Qué fértil!¿Cómo voy a quedar embarazada la primer vez?”

“Solo mi padrastro se puso bravo, pero con el muchacho, porque decía que era un güevón”.

“Con el embarazo de la segunda, estábamos en la playa. Mi prima –una que murió– viene y me dice: ‘Ocupo decirle algo’. ‘Yo también’, le dije, ‘pero diga usted primero’. ‘Es que estoy embarazada’, me dice. ‘¡Yo también!’, respondí. Yo ya tenía dos meses, casi tres, y ella uno. Entonces, vea usted, a mí me daba miedo decirle a mi mamá que estaba embarazada, pero le pedí a ella que le dijera. Entonces ese mismo día yo le dije a mi mamá. Y mi abuela sí nos regañó: ¡Qué nietas más calientes tengo yo! ¿Pero qué piensan, que les meten una melcocha que no tira leche? Pero no. Todo bien, gracias a Dios. Y aquí estamos”.

“Imagínese. Tenía 17. ‘Uy Dios, ¿qué voy a hacer yo?’, pensaba. Lloraba todos los días, y todos los días me preguntaban que por qué lloraba si todo estaba bien, pero lloraba porque ya sabía. Me decía a mí misma: ‘Yo mantengo al primero, y ahora con dos, y todo tan difícil, y yo tan carajilla’. Gracias a Dios que lo apoyaban a uno, que mi abuela llegaba, o mi tía, pero era duro. Después de que parí, ya se me quitó eso, porque hasta con psicólogos me tenían en la Carit, porque como lloraba tanto... lloraba y decía: ‘Perdóneme bebé, perdóneme. Yo la amo, pero no sé por qué no puedo dejar de llorar’. De lo deprimida que estaba, decía: ‘¿Me tiro del techo, para morirnos las dos?’Tuve esas ideas. ‘Pero que nos muramos las dos, si no, no’. Y luego pensaba en el mayor, y entonces no, pero estaba en eso, y llorando, y en eso”.

“Antes de tener hijos, tuve hermanos menores, así que no noté mucho la diferencia. Con tantos hermanos, tenía que ayudarle a mi mamá, y siempre estaba aplanchando uniformes o en la cocina y solo me dejaba salir un ratico, me tenía asfixiada”.

“A mí papá sí lo conocí, pero diay, no. Él en Guanacaste y yo, aquí. Nosotras tenemos familia allá y una vez que fui a visitar, embarazada de mi hija, algo muy grosero me dijo, y yo me volví y le dije: ‘Le voy a decir algo, señor. Si ni mi madre, que es la que me ha mantenido toda una vida, me dice a mí nada, ¿usted con qué derecho viene a criticarme y a dispararme tan duro, a decirme todas las groserías que me está diciendo? Porque usted no es nadie en mi vida. Véame bien, porque esta es la última vez que me va a ver. Y estos son los momentos en que nunca más volví. Mantengo mi palabra. Y así fue”.

“Al principio yo decía que qué carebarros los tatas de mis hijos, que no se acercaran y yo tan carajilla. Porque digamos, el papá de mi hijo es como cinco o seis años mayor que yo, pero siempre ha sido un carebarro, pero a mí nunca me gustó pegarlos a la pensión, porque yo decía: ‘¿A uno quién lo obliga, como mamá?’ Y vea lo que es la vida. A mí no me gustaba hacer filas o esperar, y ahora vea por todo el proceso que estoy pasando: tengo que esperar para cambiarme de casa a que me den el permiso, esperarme 40 minutos o dos horas mientras hablan y hablan el abogado y el juez o el fiscal. Y así todo. A tener paciencia. Pero con mis hijos, yo feliz, legal”.

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