Ticos con enfermedades como esclerosis, epilepsia u otras degenerativas encontraron en el cannabis una mejoría para sus vidas
David Delgado
12/08/18 | 09:43am
Karla Artavia fue diagnosticada con esclerosis múltiple a los 28 años. Su brazo izquierdo y pierna derecha tienen problemas de coordinación. Por eso, la acompañan siempre un bastón y la incertidumbre de si podrá caminar pequeños tramos sin el riesgo de caerse.
En un hospital de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) su neurocirujano le recomendó utilizar cannabis para su padecimiento. "Cuando me lo sugirió, yo me enojé porque había visto varia gente ‘empalidada’ y tirada en el suelo por la marihuana. Tenía un mal concepto, pero luego descubrí que era una mala percepción la que tenía", narró esta joven ahora de 34 años.
A partir de ahí, Karla tuvo que abrirse hacia un mundo de experiencias y muchísima prueba y error. La verdad, ningún especialista le habló con claridad sobre dónde obtener la marihuana, qué dosis utilizar ni mucho menos los efectos que tendría. Lo aprendió en el camino y acompañada de familia, amigos y enfermos como ella.
Su padrastro fue el primero en apoyarla, se adentró a conseguir puñitos de marihuana en el mercado ilícito, pero su familia temía que luego la Policía se diera cuenta. En algún momento, llegaron a sembrar matas y, finalmente, decidieron solamente comprar goteros preparados por proveedores que ella prefiere mantener en secreto.
En Costa Rica, la Ley N.° 8204 sobre estupefacientes y sustancias psicotrópicas, prohíbe y castiga con hasta 15 años de prisión, la elaboración, extracción, cultivo, almacenamiento y venta de marihuana o sus derivados siempre y cuando no se cuente con autorización legal.
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Guillermo Araya, director del Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD), explicó que, a pesar de ello, la misma legislación permite el uso de marihuana, en cantidades necesarias, cuando exista una autorización correspondiente para tratamientos médicos, análisis toxicológicos, químicos y fármaco-cinéticos, así como el entrenamiento de animales detectores de droga.
No obstante, Araya reconoce que, aún y habiendo la posibilidad de la autorización legal, han pasado décadas sin que ninguna entidad pública regule el uso de la marihuana para el tratamiento de enfermedades específicas. Añadió que en el Plan Nacional de Drogas el tema lo abordan como un asunto de salud pública y están dispuestos a sentarse en la mesa con otras autoridades para discutir sobre el uso medicinal, en primer lugar, y más adelante, para uso recreativo cuando haya más experiencia alrededor del tema.
"Ese enfoque de salud pública ha costado plasmarlo en políticas. Al consumo se le ha generado un estigma de crimen o narcotráfico. Costa Rica necesita la regulación de este tipo de sustancias, y no es solo del cannabis, hay otras sustancias prohibidas que deben tener una regulación –que es distinto de la legalización o liberalización–. En este entorno de drogas, con el enfoque de salud pública, debe comprenderse que quien consume drogas no es un criminal", comentó Araya.
Karla Artavia cuenta que el uso de interferón para su esclerosis, le provoca efectos secundarios como calenturas, cansancio excesivo, dolores de cabeza, náuseas y hasta hormigueos, por lo que la ingesta de cannabis le ha ayudado a controlarlos, incluso, a desaparecerlos. "Me ayudaba más esto que los medicamentos que tomaba. Había uno con el que pasaba muy mal, como atontada, ni siquiera pensaba", recuerda.
¿Se come, se unta, se bebe o se fuma? Mauricio Liscano sabe que la respuesta no es tan simple, depende de la enfermedad y de lo que el paciente quiera alcanzar.
Este piloto comercial tiene 41 años de edad y, en el 2012, una enfermedad degenerativa en su tallo cerebral lo llevó a la silla de ruedas y a ser pensionado por invalidez. Su caso empeora cuando los galenos le advirtieron que no existe ningún medicamento, en el mundo, para tratar su enfermedad.
"Mucha gente me recomendó fumar para controlar las náuseas que me dan, inicialmente lo hice, pero luego me generó problemas porque en la casa a mis papás les molestaba el olor. Después, empecé a usarla vaporizada", afirmó.
Mauricio y Karla comparten en esencia lo mismo: sufren de vértigo, náuseas, hormigueo y problemas de equilibrio. Desde hace algún tiempo, ambos se dedican a asesorar y dar acompañamiento a pacientes enfermos que buscan en el cannabis una mejoría para sus vidas.
Mauricio dirige la Fundación Costarricense pro Cannbis Medicinal (FUCOCAME) con el objetivo de articular una red de apoyo para el consumo seguro y efectivo de cannabis medicinal. Asegura que hay madres satisfechas con el cannabis, las cuales relatan que la han suministrado a sus hijos –niños con epilepsia–, a pesar del temor de que el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) pueda abrirles procesos administrativos si llegasen a enterarse.
En un caso, la madre asegura que su hija disminuyó los episodios de epilepsia con el uso del CBD, un cannabinoide no psicoactivo, incluso, la menor cada vez se resfría menos porque ha mejorado sus defensas. Para ella no hay otra opción, si deja de suministrarle cannabis, la niña empeora.
Desde que Costa Rica y 75 países del mundo firmaron la Convención Única sobre Estupefacientes, en 1961, se reconoció el uso médico de algunos estupefacientes para mitigar el dolor y que los países debían adoptar las medidas necesarias para garantizar la disponibilidad de los mismos con tal fin.
En 1991, el dronabinol delta-9-THC (un componente de la marihuana) se incluyó, a nivel mundial, en la lista de sustancias psicotrópicas con valor terapéutico moderado por recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
No obstante, a la fecha, el país no ha mostrado avances en regular la materia, ni siquiera el cultivo hortícola o industrial de semillas de la marihuana. Para Giselle Amador, ministra de Salud y especialista en farmacodependencia, es importante dejar en claro que el consumo de cualquier sustancia psicoactiva, incluido el cannabis, es un problema de salud pública centrado en la persona y en sus derechos.
"El consumo no es un delito, es un problema de salud pública. ¿Quién tiene que regularlo? En otros países donde está aceptado el autocultivo, es el Ministerio de Salud o el de Agricultura. Yo como Giselle Amador opino que el Ministerio (de Salud) debe abrirse hacia un debate acerca de quién sería el responsable", aseveró.
De hecho, la actual jerarca de Salud está dispuesta a discutir el tema y ya ha coordinado reuniones articuladas para analizarlo; además, públicamente ha sostenido en diversos medios de comunicación que existen males que pueden ser tratados con cannabis, tales como contracturas musculares, enfermedades del sistema nervioso central, algunos tipos de cáncer, náuseas, vómito, dolor crónico y la falta de apetito en pacientes con quimioterapia.
La marihuana contiene múltiples cannabinoides, entre los cuales, se conocen principalmente el tetrahidrocannabinol (THC) y el cannabidiol (CBD). El THC, al contrario del CBD, es un compuesto psicoactivo que produce los efectos en el consumidor cuando es fumado o calentado.
Ambos cannabinoides pueden ser extraídos de la planta, mediante procesos químicos, y mezclarse con aceites como el de coco. La diferencia entre los usuarios que fuman marihuana recreativa para alterar el estado de ánimo, el comportamiento, la percepción o la cognición, el uso medicinal o terapéutico del cannabis toma como base la separación del CBD, u otros cannabinoides, para su aplicación en pacientes enfermos.
Mauricio asegura que, en su proceso de investigar el cannabis, pensaba que cuanto más THC tuviese, más medicina iba a tener, pero luego se dio cuenta de que estaba equivocado. En todos los casos, asegura que si la materia prima (la planta) es de buena calidad, el aceite medicinal será de buena calidad.
"Yo me acuerdo haber hecho aceites fuertísimos con técnicas químicas para poder sentir los efectos beneficiosos, pero quedaba al borde de un ‘palidazo’. Luego, encontré formas o métodos para quitarle lo psicoactivo. Yo aprendí a separar cannabinoides", manifestó.
Actualmente, cuando le escriben pacientes, él les advierte que no es médico, pero les ayuda a activar una especie de red de contactos para que pacientes que ya ha probado cannabis para tratar sus enfermedades, puedan compartir experiencias.
"La psicoactividad se reduce a toda costa en la parte medicinal, a no ser que el paciente lo necesite. Por ejemplo, pacientes que usan antirretrovirales o que perdieron el apetito, ocupan el efecto munchies para despertar el hambre o si lo que se busca es una reducción de náuseas, cualquier mata lo hará. Sin embargo, si se quiere una regeneración del sistema nervioso, hay que buscar mejores plantas", explicó.
En otros países, las discusiones giran en torno a las propiedades de los cannabinoides y sus efectos analgésicos, desinflamatorios, ansiolíticos, antiinsomnio, antidiabético, antibacterial, antifúngico, entre otros.
Mauricio parece un químico hablando, pero solo es hijo de uno, y ambos se han tomado el tiempo para investigar el tema. “A mí me encantaría decirle a todos los que contactan a nuestra Fundación, que les vamos a comprar el aceite, pero eso es mucho dinero. Nosotros no vendemos nada, solo educamos y asesoramos”, dijo.
Precisamente, los usuarios del cannabis en gotas saben que un frasco de 15 ml ronda los $90 (unos 52.000 colones) y apenas les dura un mes, lo que evidencia el alto costo del producto. Para su suerte, si traen el frasco del extranjero, este ingresa al país como un suplemento nutricional. Su mayor miedo es que lleguen a darse cuenta de esto y frenen las importaciones del gotero.
En el mercado nacional, existen proveedores más “serios” que otros. Reconocen que hay todo un mercado que está sacando provecho y, por esto, tratan de informar adecuadamente a los pacientes por cuanto cada frasco de gotas debe asegurar un proceso estandarizado que les garantice siempre los mismos efectos o, al menos, lo más parecidos.
"Lo más importante es educar a la gente, el problema es que quienes pueden dar la información, no saben mucho del tema y hay cuestiones de ego", señaló.
Ernesto Cortés, director de la Asociación Costarricense para el Estudio e Intervención en Drogas (ACEID), sostiene que el trabajo de FUCOCAME rompe con la visión hegemónica de la medicina. "Estamos acostumbrados a no contradecir al médico. Muchos pacientes más bien no quieren mencionarle al médico que usan cannabis porque la mayoría les va a decir que esto no sirve para nada. Por eso, ha habido una manipulación del concepto ‘cannabis medicinal’, que nos ha llevado a buscar otras formas como ‘cannabis terapéutico’", añadió.
Desde ACEID, han planteado recomendaciones a los usuarios de cannabis ‘terapéutico’ para que cada persona solicite formalmente al Estado que garantice su derecho a la salud y al libre desarrollo de la personalidad, ya sea presentando una solicitud de autorización al Ministerio de Salud o al Ministerio de Agricultura y Ganadería y, si es necesario, interponer recursos de amparo ante la Sala Constitucional en caso de negativas.
Mauricio Liscano asegura que nunca le había pasado por la mente si el solo hecho de referir pacientes enfermos con proveedores de gotas medicinales, le podrá generar un problema legal. "Necesitamos una garantía ejecutiva de no persecución policial por autocultivo", concluye. Al final, como expresa Karla, es necesario superar el prejuicio de que los consumidores de cannabis no son delincuentes ni deben estar condenados a la búsqueda de farmacias clandestinas.
Fotografía con fines ilustrativos. Crédito: AFP.
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