La exposición que se inaugura este jueves en el Museo Calderón Guardia reúne parte del alfabeto básico del arte mexicano
Texto: María Montero/ Fotografías: Frank Rodríguez
03/11/16 | 09:00am
En auténtico lenguaje mexicano, la palabra ‘mural’ tiene varios sinónimos, algunos tan populares como ‘Rivera’, ‘Siqueiros’ y ‘Orozco’. ‘Paisaje’ se dice ‘Dr. Atl’ y uno de los sinónimos más conocidos de ‘vanguardia’ es ‘Tamayo’. Esta terminología resulta sorpresiva incluso para quienes hablan mexicano desde que nacieron, pero desconocen la historia de sus artes plásticas. La exposición “México: Identidad Fantástica”, que se inaugura este jueves en el Museo Calderón Guardia, se refiere exactamente a eso: a la capacidad transversal que tiene el arte de ser, a un mismo tiempo, historia, emoción y lenguaje.
Las 70 piezas exhibidas pertenecen a la colección Femsa, una de las grandes compilaciones corporativas de México, compuesta por más de 1200 obras de arte contemporáneo mexicano y latinoamericano. A diferencia de las otras, esta reunión tiene el propósito de hacer un recorrido conciso y mayúsculo sobre obras y artistas ineludibles de los primeros 50 años del Siglo XX.
Las pinturas y fotografías están agrupadas temáticamente, aunque las líneas de tiempo y los asuntos a tratar también se mezclan y ‘ensucian’ mutuamente, gracias a un guion elaborado por la Dra. Emma García Krinsky. Así, el recorrido inicia con El Grande de España, una obra clave del periodo cubista de Diego Rivera, que revela que, mientras vivió en Europa, el maestro también tuvo tiempo de ejercitar su romance con este movimiento, al que, por cierto, jamás regresó.
Paradójicamente, como señala García Krinsky, el viaje concluye con obras que también señalan una ‘ruptura’ con la tradición, donde predominan diferentes versiones de la abstracción, algunas elaboradas más ‘recientemente’ (¿qué son 40 años?) por artistas como Vicente Rojo o Gunther Gerzso.
En el núcleo del surrealismo europeo llegado a México palpita la amistad entre Remedios Varo, Leonora Carrington y Kati Horna y, más allá de la riqueza formal de sus trabajos, la presencia de estas mujeres inquieta por la vecindad de la que siguen disfrutando, aún en la exposición. Las tres fueron comadres y vecinas en la Colonia Roma, y su amistad es legendaria en el mundo del arte.
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