20/07/23 | 05:52am

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La triste historia del oficial que dio la orden de  “adelante” al lanzar la primer bomba atómica

El comandante Claude R. Eatherly nunca pudo con la culpa: fue él quien dio el visto bueno al 'Enola Gay' para que lanzara la primera bomba atómica sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. El inminente estreno de la película 'Oppenheimer' revive trozos de esta historia.  

Por Yuri Lorena Jiménez

Murió en un manicomio. No en vano se endilgó el mote del "Piloto loco" después de que terminara la II Guerra Mundial y sus actitudes erráticas pronto empezaron a trascender. 

Tal como coinciden decenas de artículos periodísticos y biografías publicadas durante las últimas siete décadas, el comandante Claude R. Eatherly nunca pudo con su conciencia: fue él quien dio el visto bueno, el 'go ahead' ('adelante') al 'Enola Gay' para que lanzara la primera bomba atómica sobre Hiroshima, el 6 de agosto de 1945.

A raíz del inminente estreno mundial de la película Oppenheimer, entre este jueves 20 y viernes 21 de julio --según el país-- historias colaterales al lanzamiento de las dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki han reflotado y la de Eatherly es una de las más dramáticas. 

Casualmente el pasado 1 de julio se cumplieron 45 años de la muerte del comandante Eatherly, piloto del Straight Flush, encargado de asegurar que las condiciones climatológicas fueran las adecuadas en la misión del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima. 

Cuando llegó el momento dio la señal de “adelante” al bombardero Enola Gay, en lo que de momento él y millones de personas en el mundo justificaron como "cumplimiento del deber". Sin embargo, todo lo que se decantaría después, cuando trascendió el calibre de tragedia humanitaria en las ciudades bombardeadas, Eatherly empezó a perder la cordura. 

De acuerdo con una recopilación realizada por el medio español El Correo.com, a diferencia de sus colegas, Claude no tenía tanta experiencia en conflictos  bélicos, era un tipo distendido y amante, por ejemplo, de jugar póker. 

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Claude R. Eatherly (al centro, línea de atrás) posa con sus compañeros de misión en el Straight Flush, vuelo encargado de dar la orden de lanzamiento de la bomba al Enola Gay. (Foto Worthpoint.com)

Según coinciden varios medios que han vuelto sobre la historia, el piloto  cumplió con su misión y se dio la vuelta para regresar a la base sin presenciar los efectos de la explosión. En cuanto tuvo noción de las consecuencias de lo ocurrido, se desmadejó, se resquebrajó. Su vida cambió para siempre, pues hay coincidencia en cuanto a su arrepentimiento, confusión y, finalmente, pérdida de cordura.

Es así como Eatherly pasó a la historia como la figura que encarna la constricción por su partición en el hecho e incluso se convirtió en una suerte de activista en lucha para que algo como lo vivido no se repitiera. 

  El militar perdió el sueño, la paz, el deseo de vivir. Se atormentaba con las visiones y los recuerdos de las consecuencias de su misión, que mató a unas 120.000 personas --la gran mayoría, civiles--, dejó 360.000 heridos, muchos víctimas de mutaciones genéticas por la radiación. 

Como lo narrarían sus compañeros militares en la base de Tinian decía sentirse mal, no podía conciliar el sueño, enmudecía durante días y deliraba con pesadillas que lo hacían despertarse enloquecido, fuera de sí. Se convirtió en la encarnación de la culpa colectiva, un enorme peso sobre una sola persona.

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De héroe a ladronzuelo

Eatherly permaneció en las Fuerzas Aéreas hasta 1947, cuando, según se cuenta en el libro de William Bradford The Hiroshima Pilot: The case of Major Claude Eatherly who has been called The American Dreyfus, publicado en 1964, fue expulsado tras hacer trampas en un examen escrito sobre meteorología. 

Una reseña del portal español Diagonal.net, amplía: "Desde entonces pasó el resto de su vida entrando y saliendo de prisiones y clínicas psiquiátricas. Ya había dado muestras de los males que le atormentaban cuando aún formaba parte del ejército. Se negaba a participar en los actos de homenaje que la sociedad norteamericana les preparó durante años y enviaba insistentemente cartas a familias japonesas exponiendo su arrepentimiento y adjuntando el ‘dinero de sangre’ de su paga".

Apodado "El piloto loco", Eatherly cometió delitos como el asalto a gasolineras a punta de pistola. Pero no se llevaba el dinero. No buscaba beneficio, lo hacía para ser castigado. Incluso realizó varias tentativas de suicidio. Finalmente, fue ingresado en un hospital psiquiátrico de Waco, Texas. 

En medio de sus episodios de demencia, en algún momento entabló comunicación por carta con el prestigioso filósofo austriaco Günther Anders, en un hecho que le habría llevado algo de alivio en sus últimos días.   Incluso comenzó a erigirse como figura del movimiento antinuclear, del que llegó a ser un abanderado.

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Enola Gay, el vuelo que transportó las bombas nucleares. Foto Museo Enola Gay

Redención a su manera

Tras ser internado en Waco y diagnosticado con esquizofrenia azuzada por el clásico sentimiento de culpa, el expiloto se desahogaba en escritos cruzados con el filósofo, explicando sus devaneos mentales.  

 "Entré en un comercio, saqué una pistola y ordené al cajero que metiese todo el dinero en una bolsa. Después salí de la tienda sin llevarme el dinero. Me detuvieron inmediatamente, pues sabían que ya había hecho lo mismo en otra ocasión. Fui reconocido por dos médicos, que me diagnosticaron una enfermedad mental y me internaron", escribió en una carta a Günther Anders. 

"El que usted no haya podido superar lo sucedido es consolador, porque demuestra que usted sigue intentando hacer frente al efecto, antes inimaginable, de su acción -le contesta Anders-. Usted es también una víctima de Hiroshima, usted es inocentemente culpable".

Estas son algunas más de las frases de Eatherly recogidas en aquellas cartas: " Tengo la impresión de que en la cárcel me he sentido siempre más feliz: el castigo me permitía expiar mi culpa". "He hecho todo lo posible para convencer a los médicos y a la gente de que solo me anima un deseo: ver triunfar la paz y la igualdad entre los hombres y trabajar en favor de nuestra causa. Puede que sepas que en este país no está demasido bien visto decir o escribir este tipo de cosas, por lo que me consideran un obstáculo". 

"Para la mayoría, mi rebelión contra la guerra es una forma de locura. Pero no hubiese podido encontrar otra manera de explicar a los hombres que una guerra atómica no solo trae consigo destrucción física, sino que también desmoraliza al ser humano. Me da completamente igual qué piensen los hombres de mi moralidad si de esta forma puedo causarles perplejidad y lograr que comprendan que no pueden volver a hacerse esto a sí mismos, ni a sus hijos".

 

 

 

 

Se cumplen 35 años de la muerte de Claude Eatherly, que participó en el bombardeo nuclear. Torturado por la culpa, cometió delitos para que lo castigaran, fue encerrado en psiquiátricos y se convirtió en pacifista.

Cuando Little Boy explotó, el Straight Flush estaba muy lejos de la costa japonesa. Eatherly no vio la detonación, pero eso no fue suficiente para evitar una vida de culpa y tormento. "He estado en hospitales y he pasado alguna que otra temporada en la cárcel. Tengo la impresión de que en la cárcel me he sentido siempre más feliz: el castigo me permitía expiar mi culpa", escribía al filósofo pacifista austriaco Günther Anders desde el hospital de veteranos de Waco (Texas, EE UU). La correspondencia entre ambos fue publicada en 1961 en el libro Burning Cons­cience: The Case of the Hiroshima Pilot Claude Eatherly, told in his Letters to Günther Anders, escrito por este último.
Eatherly permaneció en las Fuerzas Aéreas hasta 1947, cuando, según se cuenta en el libro de William Bradford The Hiroshima Pilot: The case of Major Claude Eatherly who has been called The American Dreyfus, publicado en 1964, fue licenciado tras hacer trampas en un examen escrito sobre meteorología. Desde entonces pasó el resto de su vida entrando y saliendo de prisiones y clínicas psiquiátricas. Ya había dado muestras de los males que le atormentaban cuando aún formaba parte del ejército. Se negaba a participar en los actos de homenaje que la sociedad norteamericana les preparó durante años y enviaba insistentemente cartas a familias japonesas exponiendo su arrepentimiento y adjuntando el ‘dinero de sangre’ de su paga.
Apodado El piloto loco, Eatherly cometió delitos como el asalto a gasolineras a punta de pistola. Pero no se llevaba el dinero. No buscaba beneficio, lo hacía para ser castigado. Incluso realizó varias tentativas de suicidio. Finalmente, fue ingresado en el hospital de Waco. Fue allí donde comenzó a cartearse con el filósofo austriaco y comenzó a forjarse como figura del movimiento antinuclear, del que llegó a ser un abanderado.
 

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