Nadie la vio venir. O al menos ninguno de los 50 oficiales que tenían a cargo la demolición total del Museo de Pablo Escobar, en Medellín, erigido por el hermano mayor del capo, Roberto, lustros atrás.
Fue un éxito mientras duró, pero en el 2018 las autoridades lograron cerrar lo que varios familiares de Escobar calificaban como "memoria histórica" del Cartel de Medellín y justificaban la exposición como una forma de prevención "para que no vuelva a pasar".
Se trataba, efectivamente, de una colección de tal calibre que lograba convocar a centenares de turistas del todo el mundo, quienes por $30 dólares, recibían un recorrido personalizado a cargo del mismísimo Roberto, "Osito", quien en medio de sus crecientes tribulaciones de salud, apaciguaba la parte económica con las ganancias del tour.
Una vez más, su suerte se terminó cuando las autoridades clausuraron el museo. Desde entonces, según han reportado medios colombianos e internacionales, cada vez que el tema de los Escobar vuelve a la palestra, "Osito" ha sido noticia por su condición de pobreza: vive solo y a duras penas logra mantenerse.
Sin embargo, en una jugada muy "a lo Escobar", Roberto, ya con la notificación de las autoridades en el sentido de que era inminente la demolición del Museo, este lunes 10 de julio contrató una cuadrilla que se adelantó a la orden judicial y fue así como "Osito" tomó la ley en sus manos -nunca mejor dicho- y se encargó de destruir él mismo lo que quizá era el último bastión de la otrora gigantesca fortuna de Pablo Escobar.
Esto reza el informa policial, tras lo ocurrido: “En la mañana de hoy lunes, más de 50 funcionarios entre la Secretaría de Gestión y Control Territorial, la Policía Nacional y la Secretaría de Seguridad y Convivencia llevamos a cabo una intervención de demolición en el sitio conocido como el Museo Pablo Escobar, dando cumplimiento a la orden de Inspección de Policía. Cuando llegamos al lugar encontramos que el dueño del predio ya había adelantado estas acciones“, dijo el subsecretario operativo de la Secretaría de Seguridad y Convivencia, Omar Rodríguez Aranda.
Roberto Escobar ofrecía visitas guiadas en el Museo de Pablo Escobar, con artículos de toda índole, que le pertenecieron a su hermano. Incluso, llegó a contratar un actor que interpretaba a Pablo durante los tours. Foto Facebook.
Quizá miles de consumidores de la serie 'El patrón del mal' (2012) se familiaricen de inmediato con el "Peluche", hermano mayor de Pablo Escobar, Roberto, cuyo apodo en la vida real es "Osito", considerado el único de los integrantes del Cartel de Medellín que sigue con vida... aunque con una salud y situación económicas bastante precarias.
Con 76 años y con distintas complicaciones propias de la edad, 'Osito' perdió buena parte de su capacidad visual durante un atentado en los tiempos de apogeo el Cartel de Medellín, mientras guardaba prisión tras la muerte de Pablo y recibió un artefacto explosivo en un sobre dirigido a él.
Y es que tras la caída de la banda mafiosa más cruel del continente en los años 80 y 90, con la violenta muerte de Pablo el 2 de diciembre de 1991, el resto de integrantes del Cartel que sobrevivían fueron muertos o encarcelados.
Tras purgar algún tiempo en la cárcel, "Osito" recuperó su libertad por cuanto no se demostró que fuera uno de los líderes, más bien era una suerte de contador que obedecía órdenes de su hermano.
De acuerdo con distintas publicaciones en los últimos lustros, la salud de Roberto ha empeorado, terminó en la pobreza y en soledad, ya que sus dos hijos Nicolás y José Roberto, se sumieron en la desgracia: el mayor fue detenido tras ayudar a transportar en un avión el cadáver de uno de los jefes del Cartel de Cali -rivales eternos del de Medellín- José Roberto, el menor de ellos, fue asesinado por un grupo de sicarios mientras se encontraba entrenando en un gimnasio, según detalla un reportaje publicado por La Prensa Libre de Guatemala, en junio pasado.
Esta foto de archivo sin fecha muestra al líder del cartel de drogas de Medellín Pablo Escobar, quien se entregó a la justicia, junto con su hermano Roberto, el 19 de junio de 1991. Luego, ambos serían recluidos en La Catedral, de donde también se fugaron, hasta el atrincheramiento y muerte de Pablo. (AFP)
De acuerdo con varios reportajes publicados por el portal Infobae, la estructura, que se encontraba en la Loma del Indio, en la zona de Las Palmas, dejó de funcionar en setiembre del 2018 por falta de los permisos respectivos.
Es surrealista observar en distintas publicaciones y en los sitios de Internet que promocionaban las visitas guiadas, mirar la clase de excentricidades que rodeaban la vida de Escobar, desde carros antiguos, y motos hasta una pared falsa que en otra época le sirvió de escondite.
“Conoce la historia de Pablo Escobar, desde su más íntimo y estrecho vínculo, su familia. Bienvenido, este es un plan diseñado especialmente para que vivas una experiencia, con información veraz y de primera fuente”, era uno de los mensajes con los que "El Osito" promocionaba el lugar, en el que solo podían ingresar extranjeros.
En las instalaciones incluso había partes de vehículos del mafioso que fueron baleados, además de la icónica fotografía que le tomaron a Pablo durante su estancia en La Catedral: los visitantes podían retratarse usando, incluso, boina que fue propiedad del capo.
Y es que con los Escobar, al parecer, nunca es suficiente: Roberto había contratado a un imitador de su hermano, quien lucía prendas del narco y departía con los visitantes al final del recorrido, siempre según la reseña de Infobae.
Hasta se podían adquirir recuerdos de este lugar y de la historia del delincuente, quien sigue siendo —para algunos— un referente de lo que se conoce como la cultura traqueta.
La decisión de las autoridades de Medellín en el sentido, primero, de clausurar el museo, y más recientemente, de demolerlo, obedece en gran parte a que el local infringía una de las leyes de la ciudad que prohíbe "el narcoturismo".
Las tropas de socorro del ejército colombiano viajan en un camión camino a la prisión donde se encontraban detenidos Pablo Escobar, siete narcotraficantes del Cartel de Medellín, entre ellos, Roberto. Junio de 1991. (AFP)
Un análisis reciente de la AFP explica cómo los Joyas, carros lujosos, guardaespaldas y hasta un zoológico privado con hipopótamos: "Pablo Escobar y sus socios impusieron una estética machista y desmesurada que sobrevivió a la desaparición de los grandes capos narcotraficantes de Colombia".
Y argumenta: "El narcotráfico es más que un negocio ilegal, cruel y millonario. Su vasto impacto cultural se resume paradójicamente en el prefijo narco: narco-estética, narco-novelas, narco-música".
"NarColombia", así lo abrevia con ironía Omar Rincón, uno de los académicos que más ha investigado sobre el fenómeno.
No obstante las campañas oficiales para limpiar la imagen del país, la influencia del narco está presente en el lenguaje, la arquitectura y el entretenimiento. "Consumo luego existo. No hay nada mejor que exprese el gusto y la ética capitalista que el narco", añadió en declaraciones a la AFP.
En 2005 el escritor Gustavo Bolívar, escandalizó con su novela "Sin tetas no hay paraíso", la truculenta historia de mujeres pobres que aumentaban a punta de bisturí el tamaño de sus senos para deslumbrar a los mafiosos.
La estética narco "siempre está contada en clave masculina, en la exhibición de la virilidad, en la exhibición del consumo (...) nunca podría tener una estética feminista, del empoderamiento o la autonomía corporal de la mujer", anota Rincón.
Pero para los "traquetos" (mafiosos) y sus matones, muy influenciados por la religión católica, la figura materna es sagrada incluso en Medellín, cuna de Escobar. En los años ochenta los narcos adoptaron como patrona a la Virgen de Sabaneta conocida como la "Virgen de los Sicarios", un culto ampliamente documentado por la academia y la literatura.
En diciembre de 1993, huyendo sobre el tejado de una modesta casa en Medellín, cayó el mayor barón colombiano de las drogas. Responsable de no menos de 3.000 homicidios en su guerra abierta contra el Estado colombiano, Escobar moría a manos de policías en un operativo con el apoyo de agentes estadounidenses y enemigos del capo.
Casi tres décadas después de su muerte, Escobar sobrevive en la cultura popular. Un sinnúmero de libros, películas, series y canciones recuerdan el terror y fascinación que provocaba su figura.
De las jirafas o elefantes y otros animales exóticos que introdujo ilegalmente para el zoológico privado que se montó en la llamada Hacienda Nápoles, subsisten hasta hoy los famosos hipopótamos, que se siguieron reproduciendo a buen ritmo tras la desaparición del más famoso capo de la cocaína.
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