Hervé Bar, AFP
Es uno de los pueblos indígenas colombianos más amenazados por la violencia, y su territorio ha sido objeto de depredación por parte de grupos armados durante décadas.
Mientras se celebra en Cali la COP16 sobre biodiversidad, la etnia Awá encarna la lucha por la supervivencia de los pueblos originarios, la defensa del bosque y la visión de un mundo "conectado" a la naturaleza.
"El pueblo Awá lleva 500 años resistiendo. Contra la invasión de tierras, la discriminación, los grupos armados, el reclutamiento y desplazamiento forzados, la aculturación", dice a la AFP Olivio Bisbicus, uno de los líderes de esta comunidad de unos 50.000 habitantes.
Los "Inkal Awá", su gentilicio completo, o "gente de la selva" en su lengua ancestral awapit, viven en las estribaciones amazónicas del departamento de Nariño (suroeste), uno de los más conflictivos de Colombia.
Su territorio se extiende hasta el vecino Ecuador sobre más de 600.000 hectáreas de frondosos bosques de montaña, que la AFP visitó en el municipio de Barbacoas, en la reserva natural privada La Nutria, un exitoso intento de "protección integral de la vida y la cultura Awá".
Hay "tres grupos armados en disputa" en esta región fronteriza, invadida por cultivos de coca, corredor del narcotráfico hacia el Pacífico y llena de minas ilegales de oro, dice Alex Javier González, subsecretario de Paz de la Gobernación de Nariño, quien calificó la situación de "crítica" para los awás.
La justicia colombiana ha documentado 25 años de violencia contra este pueblo durante el conflicto con la entonces guerrilla FARC, y constató un "riesgo de exterminio físico, cultural y espiritual".
Entre 1990 y 2016, la guerrilla mató a 185 awás y los asesinatos continuaron tras el acuerdo de paz de 2016: al menos 22 en 2022, incluido un reconocido líder.
A principios de 2023, las defensorías del pueblo de Colombia y Ecuador lanzaron una advertencia conjunta sobre las amenazas contra este pueblo. La Corte Constitucional colombiana ha emitido al menos tres sentencias pidiendo su protección.
Nada se ha hecho. Tres hombres awás, entre ellos un joven de 19 años, fueron asesinados a finales de agosto, según Unipa, una de sus organizaciones representativas.
"Sin embargo resisten", dice González.
"Han demostrado un gran coraje y son de los más decididos", afirma Gilles Bertrand, embajador de la Unión Europea (UE) que los apoya junto con varios de los Estados miembros y la ONU. "Su lucha es emblemática de la resistencia de ciertas comunidades indígenas y rurales de Colombia frente a los grupos armados", añade.
"Son un ejemplo típico de comunidades en peligro de extinción", sostiene de su lado Jan Egeland, exfuncionario de la ONU y al mando del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC por sus siglas en inglés) que visitó recientemente Nariño.
"Ser jefe awá es complicado y peligroso", confirma Bisbicus.
"El narcotráfico trae vicio, desarmonización del territorio, destrucción de nuestra cultura y de la naturaleza", añade con amargura.
"Frente a las armas, tenemos las manos vacías. Pero tenemos el diálogo, nuestros conocimientos ancestrales, nuestra identidad, nuestras autoridades, nuestra presencia aquí desde hace siglos", continúa Bisbicus.
Armada sólo con palos, la guardia indígena de la Unipa, compuesta por 2.000 voluntarios, ha hecho posible la aplicación de medidas de "autoprotección".
"Hemos mantenido la unidad de nuestro pueblo y exigido respeto por nuestro territorio. Nuestra tierra no es un campo de batalla", asegura Bisbicus.
"Hoy el pueblo awa intenta recuperar su destino", prosigue, blandiendo el tradicional bastón de madera de palma, símbolo de una "vida buena y bella" según los awás.
Guardianes del bosque, los awás también se caracterizan por su fuerte "conexión" y "vínculo espiritual" con su tierra.
"El territorio es un espacio vivo, donde convivimos con la naturaleza, los animales y los espíritus", cuenta Wilmer Rigoberto Bisbicus, coordinador de La Nutria.
Bastan unas horas caminando por la selva con los indígenas para sentir este vínculo impalpable pero muy poderoso. "Aquí llueve mucho. Esta agua es vida, armoniza", explica a su manera, bastón en mano, Álvaro Pai, guía de la reserva. A casi 1.000 metros de altitud, La Nutria esconde una encantadora cascada que domina un valle verde.
"La cascada te escucha y te cura. Puedes venir a hablar con ella al amanecer, contra el muro de piedra. Hay que escupirle para saludarla, para que no se ofenda por tu presencia. Así lo hacían los ancestros", comenta Álvaro.
Descrito por el embajador de la UE como un "ambicioso proyecto de paz y ecoturismo", las 365 hectáreas de La Nutria albergan 185 especies de aves multicolores, magníficas mariposas y ranas escondidas en los caminos sinuosos.
Wilmer ofrece una visión de la rica cosmogonía de los awás: "Estamos vinculados a los cuatro mundos, el subterráneo, el humano, el de los espíritus y el de los dioses, las estrellas y los astros (...) Estos mundos están conectados. Si hacemos sufrir a uno, hacemos sufrir a todos los demás".
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