Escuchar su narración de la forma en que nadó más de 10 horas en mar abierto, en pleno Canal de La Mancha, sin detenerse ni para comer o para hacer alguna necesidad fisiológica, a costa de una lucha tanto física como emocional, la batalla contra sí mismo en los momentos en que desfalleció y aún así, siguió, es literalmente como ver una película.
Además de ser un extraordinario nadador –alguien que hace poco más de una década, no solo no sabía nadar, sino que no le gustaba– , Daniel Vivero Agüero es uno excelente.
Alto y corpulento, tiene apariencia atlética pero entre todo lo que explicó sobre el nado en aguas abiertas, disciplina no muy conocida en el país, comentó que con la guía de su entrenadora, Laura Muñoz, debe mantener una musculatura regulada de manera que le confiera fuerza pero que no le “pese” demasiado a la hora de bracear imparablemente durante horas y horas.
El nombre de Daniel acaparó titulares el 12 de junio pasado, cuando trascendió que el costarricense se convirtió en el primer nadador tico en cruzar el Canal de la Mancha.
Para mayor contexto, según la literatura especializada, el Canal de la Mancha es uno de los mayores retos de la natación de larga distancia, no solo por el trayecto en línea recta de 33 kilometros y 42 de recorrido, sino también por las frías corrientes que lo atraviesan. El estrecho es la separación marítima entre el norte de Francia e Inglaterra.
El reto se magnifica debido a las condiciones de participación tan estrictas que establece la Asociación de Natación en el Canal (Channel Swimming Association), lo cual provoca que sean muy pocos los nadadores que han podido inscribir su nombre en la lista de quienes cumplen los requisitos y que finalmente logran la gran gesta.
Manhattan, Nueva York. Cortesía
De talante sereno, jovial y muy educado, Daniel repasa ordenadamente cómo incursionó en un deporte que no le gustaba, y cómo después no solo se enamoró, digamos que se obsesionó –en el buen sentido– con el nado en aguas abiertas.
Unos fuertes dolores de espalda, en sus tempranos 20, resultaron en un diagnóstico médico que en su momento fue demoledor para él: escoliosis, una curvatura en la columna vertebral que abrió diversos escenarios y sí, mucha angustia.
Su médico le dijo que tenía dos alternativas: operarse o inmiscuirse en la natación, que era excelente para paliar los fuertes dolores que se habían convertido en un martirio.
A Daniel no solo no le gustaba la natación –lo suyo eran el rugby y el fútbol– pero su doctor le dijo: “Le voy a hablar como a un hijo, no como paciente. Opte por la natación, es un deporte por excelencia ante un diagnóstico como el suyo”.
La instructora Laura Muñoz, conocida de la familia porque entrenaba a algunos de sus miembros, asumió las riendas del arranque de Daniel en la natación.
Más de 10 años después, mientras atienden al equipo de AmeliaRueda.com en las instalaciones del Complejo Deportivo Forza Vital, en Curridabat, rememoran que al principio a Danny “le costó un mundo” acostumbrarse a las rutinas en piscina.
Para empezar, cuentan entre risas que el muchacho en realidad no sabía nadar, en realidad lo que hacía era flotar.
Hoy, la historia es totalmente opuesta, ella lo ha acompañado a él desde el primer momento y gracias a una aplicación especializada lo sigue y monitorea durante sus competencias en mar abierto dentro y fuera del país.
“Ella se tomó toda la paciencia del mundo para explicarme bien la técnica, trabajarla, ser muy detallista y dedicarme mucho tiempo no solo en piscina, sino también tiempo fuera de ella, fue muy cuidadosa en el tipo de ejercicios que me ponía en un inicio… aún así yo no quería nadar y ella me decía ‘Danny venga, siga nadando, es por su propio bien”.
Hoy, a sus 34 años, administrador de empresas familiares, casado con Carolina Vargas y sin hijos por ahora, Daniel se siente realizado, satisfecho pero siempre, siempre con hambre atroz por seguir superando sus propios récords en aguas abiertas.
Nadie mejor que Daniel para explicar, en uno de los videos de la entrevista anexos a esta nota, para narrar dónde estuvo el clic que, a no dudarlo, le cambió la vida para siempre.
El punto de inflexión estuvo en Manzanillo, en Puerto Viejo de Limón, cuando supo lo que era el nado a mar abierto y, literalmente, algo impensable se despertó en él. “Me sentí con demasiada libertad, se me abrió un mundo. Me enamoré”, dice con emoción contenida, como si estuviera reviviendo aquel momento al que, irónicamente, llegó casi a regañadientes.
En cuanto vio a Laura le contó, eufórico, todo lo que había sentido y en cuestión de semanas empezaron a entrenar en eventos muy cortos, de pocos kilómetros, y ahí fue creciendo el entusiasmo con cada competencia.
Canal de Catalina, California (Cortesía).
“Cuando hice mi primer evento, coincidentemente también en Playa Manzanillo, me encontré a varia gente que practica este deporte, yo no los conocía, pero pronto me di cuenta de que es un ambiente muy sano, gente muy buena, muy noble que practica este deporte, entonces eso también me ayudó a enamorarme más de lo que hago hoy”, rememora Vivero, cuyo apellido es de origen ecuatoriano pero él y su familia contemporánea son costarricenses.
Ya enamorado irremediablemente del nado en aguas abiertas, empezó a hacer diversos circuitos dentro del país; asegura que así conoció realmente Costa Rica: “Uno va a lugares a los que de otra forma jamás hubiera ido, como por ejemplo cruzar a nado el Golfo Dulce a Puerto Jiménez, sabía que existía pero no estaba en mi radar y realmente me encantó poder cruzar esos 14 kilómetros”, narra Vivero, quien poco a poco fue completando todos los eventos locales, siempre subiendo las distancias de los eventos.
“Una cosa llevó a la otra y surgió la idea de ir a México, al cruce de Cancún hasta Isla Mujeres, es muy famoso, en ese momento había más de 800 participantes, es un mar de gente la que va y me fue muy bien, entonces con eso me motivé todavía más”, dice Danny con un tenor de emoción ante la remembranza.
Nunca mejor dicho: el resto es historia. Ya Danny y Laura habían puesto la mirada en la Triple Corona y Daniel siguió enfocado en superar retos. “Encontré uno en Florida de 21 kilómetros, es darle la vuelta a una isla completa y me encantó”, asegura.
Fue entonces cuando puso la mirilla en lo que se conoce como la Triple Corona de Aguas Abiertas, tres pruebas de natación de larga distancia en la que solo participan nadadores de alto rendimiento y perfil. Entre ellas está la ya reseñada prueba en el Canal de la Mancha, además el Canal de Catalina en California y la Maratón Acuática de Manhattan.
En las tres, y tras superar obstáculos impensables como el que tuvo que sortear cuando una medusa se le pegó en el pecho y, sin parar de nadar, se la arrancó y durante horas estuvo quitándose los restos pegados en parte de su pecho y espalda, todo en medio de un dolor “insoportable”, como lo narra él.
“El dolor que yo sentí es como agarrar una plancha de ropa hirviendo y pegársela en el pecho unos 30 minutos. Es un dolor sumamente fuerte. Yo lloré estando ahí en el agua, hubo momentos en que me quería salir pero al final resistí, eso sí, me hicieron un protocolo de chequeo para ver que yo estuviera bien”, narra el atleta.
Daniel es el primer hombre costarricense en cosechar la Triple Corona; antes que él Rocío Mora, nadadora de alto nivel se convirtió en el 2022, justo hace un año, en la primera mujer tica en lograr el triple desafío.
Las anécdotas son incontables. En una explicación sencilla, las reglas que deben cumplir los nadadores son sumamente estrictas: siempre deben llevar como apoyo un bote pequeño con un capitán a bordo que los acompañe en todo el recorrido, pero los atletas no pueden tocar el bote ni siquiera para comer, cada cierto tiempo les ofrecen hidratación y alimentos líquidos en bolsas: ellos siguen nadando mientras comen o beben, y tampoco pueden parar en caso de necesidades fisiológicas, las cuales realizan mientras nadan.
En Manhattan, en la parte en la que debió nadar en el Bronx, Daniel sufrió por los olores fétidos que emanaba el río. Soportó con hidalguía pero en cuanto llegó a Costa Rica se medicó ante el temor de haber estado expuesto a algún tipo de parásito, para evitar una posible infección.
Hawai, tras la llegada, con otros competidores. Cortesía
Nadan solo con traje de baño (tanga), gorro y lentes básicos, los trajes son de neopreno y hasta hay límites sobre los excesos de vaselina o grasa que se colocan en la piel.
Daniel es buzo certificado, aunque no bucea muy a menudo, pues por ahora lo suyo son las aguas abiertas. Entre las mil y una anécdotas habla de los riesgos de toparse con animales marinos, aunque aclara que los tiburones no son agresivos. “No nos ven a los humanos como comida, los incidentes con tiburones son bajísimos, eso me gustaría destacarlo”.
En medio de todos sus logros, destaca con humildad pero a la vez con gran orgullo, uno de los que lleva consigo entre los más especiales. “Cuando nadé el del Canal de la Mancha fui el primero en el 2023 en nadar en la modalidad solitario, la otra modalidad es de relevos y en junio es cuando se destaca más esta última por las condiciones tan frías que hay.
“Entonces yo fui la primera persona en llegar solo en el 2023. Eso, eso siempre me lo voy a llevar conmigo también. Ese día salieron ocho embarcaciones, yo fui la segunda embarcación en llegar, La primera que llegó fue una de relevos y yo fui la segunda persona en llegar, a pesar de que fueron 15 horas y unos minutos delante de los demás... Hubo dos embarcaciones que se retiraron, no soportaron el frío y los otros llegaron entre 40 minutos o más después que yo, y todos eran relevos. Entonces me siento muy orgulloso del esfuerzo que pude haber dado ese día. Y también, bueno, el hecho de que estoy dentro de las 290 y pico de personas a nivel mundial que han podido lograr la Triple Corona”, reflexiona con serenidad pero con gran orgullo, ese orgullo del bueno y más que bien ganado.
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