En Binjari, una pequeña ciudad polvorienta del norte de Australia, los habitantes indígenas tienen pocas esperanzas de que el histórico referéndum del 14 de octubre sobre los derechos de los aborígenes pueda ayudar a su comunidad "olvidada".
Los jóvenes de 20 a 30 años viven con los ancianos en casas pequeñas construidas de ladrillo y chapa ondulada.
"Hay mucha tensión", explica a la AFP Peggy Slater, de 53 años, que vive en Binjari desde hace una década.
"Los niños deambulan toda la noche. Los padres los dejan en casa con otros miembros de la familia y van a la ciudad a beber (alcohol), o jugar a la máquina (de apuestas) de pokie", lamenta.
Australia realizará el 14 de octubre un referéndum histórico sobre los derechos de los aborígenes para darles voz en el Parlamento.
El domingo pasado, miles de personas se manifestaron en todo el país para defender esta reforma.
Esta fotografía tomada el 31 de agosto del 2023 muestra a una mujer empujando un cochecito mientras camina con sus hijos en Binjari, una comunidad aborigen ubicada en las afueras de la ciudad de Katherine, en el Territorio del Norte. (AFP)
En varias grandes ciudades se organizaron "Marchas por el sí", antes de esta votación que podría acordar a los aborígenes el derecho constitucional a ser consultados sobre las políticas que los conciernen.
Los partidarios del sí consideran que la reforma podría remediar las desigualdades a las que se enfrentan desde hace varios siglos.
La religiosidad es fundamental en las poblaciones fracturadas por la sempiterna pobreza (AFP)
Más de 200 años después de la colonización británica y la posterior persecución de los aborígenes, estas poblaciones son más propensas a ser pobres, infraeducadas, enfermas o encarceladas, según los estudios.
Además de las necesidades materiales, Slater considera que su comunidad "olvidada" necesita urgentemente reconocimiento.
"¡Existimos! ¡No solo somos una sombra oscura!", protesta y confía en que "la mayoría de nosotros votará sí".
"Sería increíble" si el sí fuera mayoría, dice.
Sin embargo, las últimas encuestas muestran que sólo una minoría de australianos está a favor.
Los partidarios del no critican una reforma elaborada por políticos de la ciudad sin conocimiento de las comunidades aborígenes remotas.
"No sabemos qué es ni para qué sirve", comenta Leonie Raymond, residente de Binjari desde hace 25 años.
"En el futuro, deseo que los jóvenes encuentren trabajo en sus propias comunidades. Que no se contenten con pasear sin hacer nada", admite Raymond, que preside una asociación aborigen de ayuda a los habitantes.
Evonne Booth también se muestra escéptica. "Tenemos la impresión de que no afectará a los indígenas propiamente dichos, sino solo a los que viven en las ciudades", lamenta esta mujer, miembro de la agencia encargada de los servicios en Binjari.
En la vecina ciudad de Katherine, Manuel Pamkal, artista y guía en una galería, expresa su preocupación por las condiciones de vida de los pueblos indígenas y la supervivencia de su cultura.
"Quiero que alguien venga y me hable, me explique y me diga lo que puede pasar. Antes de votar, primero tengo que saber", subraya este hombre de 57 años.
Para Richard Fejo la propuesta de un voto en el Parlamento "es un comienzo, porque lo ocurrido en el pasado no funcionó", estima este aborigen de la nación Larrakia de la ciudad de Darwin.
Su madre, Nanna Nungala Fejo, formaba parte de la "generación robada", de los miles de aborígenes e isleños del estrecho de Torres expulsados de sus hogares y colocados en familias de acogida blancas, en el marco de una política oficial que perduró hasta los años 1970.
Tenía cuatro años cuando fue secuestrada y nunca volvió a ver a su madre.
Cuando el entonces primer ministro Kevin Rudd pidió disculpas a la "generación robada" en un discurso en 2008, citó justamente la experiencia de Nanna, que murió el año pasado.
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