14/05/23 | 08:14am

El “Tigre” César Lizano, una fiera revestida de humildad: la hermosa historia del gran corredor

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En los últimos 30 años, César Lizano ha devorado miles de kilómetros, ha pulverizado sus propios récords y, más importante que todo, gracias al deporte ganó la negociación más importante de su vida: a los 13 iba directo a reprobar su primer año en el colegio, pero su fuelle interno lo cambió todo.

Por Yuri Lorena Jiménez

Rodeado de decenas de medallas y reportajes que se lucen en las paredes de la sala y pasillos de su acogedora casa, en San Rafael Abajo de Desamparados, el corredor César Lizano Cedeño se despoja de su habitual indumentaria deportiva y se dispone a desgranar su vida a partir de los últimos 30 años, cuando en su temprana adolescencia participó en una carrera de campo.

Ese día, siendo casi un niño, no supo interpretar de dónde salió ese fuerzón mezclado con un ímpetu desconocido y una técnica innata no para correr, si no casi para volar.

Antes de volver al pasado, se impone destacar que entre todo su palmarés, el pasado domingo 5 de marzo en Tokio, Japón, coronó exitosamente las seis maratones más importantes del mundo entre más de 800 que se organizan cada año en el planeta y que tienen el título de Gran Maratón (World Marathon Major): Tokio, Boston, Londres, Berlín, Chicago y Nueva York.

Apenas seis atletas en el orbe integran el selecto grupo de “Los seis de las seis”, siendo Lizano el único centroamericano en ostentar semejante proeza. El otro requisito es lograr un tiempo mínimo de dos horas y 30 minutos. Los de César son:

Si bien en Nueva York esta media se pasó por 36 segundos, al promediar los seis tiempos el suyo quedó en 2.24, en el balance general.

Pero bueno, de vuelta a cómo todo comenzó, desde niño César se destacó por ser inquieto y muy activo, le gustaba la actividad física en general, desde carreras de cinta en bicicleta hasta competencias de sacos.

Residente desde toda su vida en San Rafael Abajo de Desamparados, estando apenas en tercer grado en la Escuela Eloy Jiménez Castro participó en una carrera en categoría abierta, de tres kilómetros. “Quedé en tercer lugar”, dice sin aspavientos pero con gran un orgullo por lo que él considera su punto de partida hasta donde está hoy.

De hecho, aún conserva aquel su primer trofeo en la casa de su mamá, doña Lorena Cedeño; cuenta que a partir de entonces empezó a participar en cuanta competencia infantil hubiera en el circuito de Desamparados, en los que a menudo obtenía los mejores tiempos.

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César, en sus comienzos. Foto Cortesía.

Luego tuvo su primera competencia nivel escolar: “El profesor nos dijo que a los que mejor corrieran la milla nos iba a llevar a La Sabana, a una campo traviesa. Mi mamá me llevó y desde entonces ella me acompañaba siempre a todas las competencias”, rememora César.

Poco a poco fue labrándose la fama de ducho tanto en campo traviesa como en pista.

Pasaron dos años hasta que clasificó en los Juegos Nacionales de Desamparados, fue entonces cuando sus mentores, Noel Ruiz (ya fallecido) y el famoso "Tigre", Hugo Hernández, se acercaron a madre e hijo para proponerles que el muchacho participara en los Juegos Nacionales.

Entonces doña Lorena les dijo: “Vea, lo que pasa es que este chiquito va quedado en todas las materias y no puede seguir así, podemos entrar en un trato: si él pasa el colegio y todas las materias, yo lo dejo ir a entrenar”.

A César se le ilumina el rostro al recordar ese pasaje: ni siquiera con el recuerdo de todos sus logros deportivos se le encendieron las facciones como cuando ripostó:

“Los profes y mi mamá se me quedaron viendo así como diciéndome ‘esa es su decisión’. entonces yo les dije ‘bueno, está bien, yo lo hago ¡Y ese fue el trato de mi vida, ese fue el trato que lo cambió todo'”.

Y es que aquel fue un parteaguas en la vida del aún jovencísimo muchacho, quien a partir de entonces “se fajó” en el colegio y cumplió con el trato… hasta el día de hoy. Por cierto, de uno de sus profes, don Hugo, heredó el mote de Tigre, pues como era uno de sus pupilos más avezados pronto le endilgaron el apodo por el que se le conoce hasta el día de hoy.

No solo se convirtió en un buen estudiante en el cole, sino que años más adelante, ya metido de lleno en el atletismo profesional, logró su bachillerato y Licenciatura de la Universidad Nacional (UNA). Además, escaló al Nivel 2 de capacitación para ser entrenador en la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF por sus siglas en inglés, conocido como World Athletics).

Es así como César se ha valido de la academia para seguir sumando logros, tanto para él como para sus aproximadamente 80 alumnos de edades entre los 8 y los 65 años: “Al aprender a conocer todo el organismo, cómo trabaja el corazón, los músculos, la alimentación, la parte psicológica”, dice, “entonces uno tiene un contexto completo, asume los diferentes entrenamientos según el caso y me ha sido muy útil para transmitir lo que puede hacer un atleta”, afirma.

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César Lizano (abajo a la derecha) creó desde el 2010 su equipo, Lizano Running Team, donde actualmente tiene 80 alumnos, los cuales entrena entre semana y los sábados realizan en fondos en distintas partes de la capital. Foto Cortesía.

En su escalada a distintos podios estuvieron los Juegos Estudiantiles, Juegos Nacionales y Juegos Centroamericanos, que a la postre lo harían pasarse de campo traviesa a entrenar en carretera, con las hazañas ya consabidas. Empezó con 10 km, luego 21 km y, como lo ha dicho en diversas entrevistas, entre más distancia abarcaba más lo asimilaba, hasta que en el 2008 corrió su primera maratón.

Unos 15 años después, este desamparadeño, hoy de 41 años y quien ha sido figura mediática permanente en los últimos lustros, repasa sus gestas desde un tenor de satisfacción por lo logrado más lo que se viene. Casado desde muy joven con Gabriela Pérez Alfaro, y padres de Gabriel (18) y Samuel (ocho), a no dudarlo el apoyo de toda su familia primaria le ha conferido la fuerza que en algún momento le ha faltado.

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Berlín fue lo máximo para esta esforzada familia. Acá, César, su esposa Gabriela Pérez y los hijos del matrimonio, Gabriel (18) y Samuel (8), en la Puerta de Brandemburgo, en Berlín. (Cortesía)

Desfallecer… pero nunca darse por vencido

Por supuesto, una carrera llena de tesón y triunfos también ha estado provista de momentos duros, dramáticos y hasta ocasiones en que pensó en retirarse.

"Yo digo que hay que vivir los éxitos de la mejor manera, pero también los fracasos y lastimosamente para mí y para muchos a nivel de prensa, a nivel de deporte, fue un fracaso el no haber podido clasificar a Río teniendo todo, teniendo mucho más cosas que las que tuve en Londres y fue por ocho segundos... a ver es que ocho segundos es mínimo.

"Y saber que ocho segundos fue lo que me separó de una segunda olimpiada, pero también dije 'Dios sabe por que hace las cosas', después de ese momento de pensar en retirarme, tres meses después volví a intentarlo, que no es lo normal, después de una maratón se tienen que tener esperar cinco o seis meses (...) y bueno, pero es que con la idea y la convicción de que lo intenté, de que lo luché y bueno, no se dio. Yo soy muy, muy creyente de Dios y sé que que para mi o para él no era, no era estar ahí. Y así lo hablé con mi esposa, hablo con mi familia, mi mamá y mi papá, que siempre están ahí, mis hermanos, de que no era ahí, no era y no se dio".

"Pero bueno, ese fue uno de los momentos más difíciles de mi vida, el saber digerir eso, saber entenderlo como atleta es muy complicado, pero bueno, yo creo que la misma madurez de tantos años y todo eso me enseñó y por lo menos me sacó del bache, porque sí entré como en un bache, aparte del desgaste que hice correr tantos maratones seguidas, después de ahí fue como complicado que ya en otros eventos no me sentía tan bien", reflexiona el corredor.

Una de las experiencias más difíciles de su carrera la vivió en la maratón de Nashville, en Tennessee, la segunda en su carrera, cuando después de terminada la competencia fue informado sobre la muerte de su abuelita.

Su carrera más reciente la hizo el pasado 29 de abril, cuando disputó la Clásica Sol y Arena, en Puntarenas, una de las más tradicionales de Costa Rica y la cual César ha ganado en varias ocasiones. Ese día César iba más por diversión que por competir, pero su espíritu competitivo sigue intacto.

"Antes de la salida llegó un medio de prensa del puerto, no me acuerdo como se llamaba, pero sí son conocidos de la carrera como tal y me dijeron que yo era uno de los dos favoritos para ganar la carrera.

"Entonces me metió presión, porque yo no venía como favorito, yo venía a disfrutar. Me habían invitado como un tipo de homenaje porque yo había ganado varias ediciones anteriores, entonces me puse en la línea, pero salí y me visualicé cuando yo gané en el 2014, que había sido mi última carrera ahí (...) Empezaba a mentalizarme y esta año hice lo mismo. Cuando me di cuenta a mitad de la carrera iba solo con un muchacho de veintitantos años y sigo luchando (...). Me acuerdo que lo alcancé y le pasé. El muchacho aguantó y ya a 100 metros antes del muelle me logró pasar".

"Yo siempre voy a pararme en la línea, voy a tratar de luchar hasta el final y así lo siento. Yo creo que cuando ya pierda esa chispa ya voy a dejar de correr...voy a seguir luchando y ahora tengo una categoría más, la de mayores de 41 años, que disfruto al máximo. Pero igual, si tengo que luchar con uno de 21 o 30 años lo haré, entonces eso es lo bonito de esto, a pesar de la edad yo no me doy por menos".

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