En todas las latitudes del continente debe haber adeptos impresionantes e impresionados ante lo que les provoca el cantautor guatemalteco Ricardo Arjona pero, a no dudarlo, la abogada Natalia Rojas Jiménez, con 40 años recién cumplidos y su compinche en esta aventura, su hija Leonor, de once, se desmarcan por una “hermosa locura” que ha convertido a Ricardo Arjona, mejor dicho, a su música, en el motor de arranque y sostén de su cotidianidad.
Arjoniana yo, como ellas, me creía una adepta de hueso colorado… hasta que conocí a Natalia. Algún allegado de la cofradía Arjoniana en Costa Rica me comentó que había una muchacha-señora de las cuatro décadas que llevaba en su sangre mucho más que el gusto por Ricardo: su vida como “cuarentona” se volvió un fetiche desde que en el 94.
Fue cuando, a sus 12 años, escuchó esa pieza y la deslumbró con la idea de ser esa "amalgama perfecta entre experiencia y juventud": Naty moría por llegar a los 40 porque añoraba sentir ese homenaje que les ha ofrecido desde hace décadas su artista favorito por siempre jamás, Ricardo Arjona.
La hoy abogada y exdiplomática, estaba en los vaivenes amorosos hace varios lustros ya cuando un amigo la invitó al concierto de un tal Ricardo Arjona y, entre las letras que le atravesaron la epidermis, estuvieron La mujer que no soñé, Apnea y Un remiendo al corazón. Irónicamente, estas tres piezas casi no se escuchan en la casa pues, aunque a Leonor le gustan, le generan mucha nostalgia y tristeza por asuntos personales que prefirieron no mencionar.
El tema es que desde aquel primer concierto, no hubo vuelta de hoja.
“Luego vinieron todas las demás canciones de quienes lo amamos (a Arjona) pero fue en el momento en que estaba yo pasando por una situación equis que me hizo mimetizarme por completo con la Señora de las 4 décadas …”.
Cuentan madre e hija que, si bien estaba prevista una fiesta para celebrar los 40 años de Natalia, en junio pasado, cuando supo que el cantautor incluía a Costa Rica en este diciembre, ambas coincidieron inmediatamente en que “a la porra la fiesta”.
“Leonor me dijo ‘n’hombres mami, qué vamos a estarle llenando la panza a un montón de gente, mejor chinéese usted ¡y vámonos juntas al concierto!’”.
La madre no lo pensó ni un segundo y desde ese momento empezaron a contar los días y fantasear con el momento que ya es inminente, cuando este viernes 9 de diciembre sean posiblemente las primeras en llegar a hacer fila bien temprano al Estado Nacional, donde se presentará el Chapín.
Entre las entradas, el tatuaje y demás “signos externos”, Natalia lleva gastado más de medio millón de colones. Asegura que cada centavo lo vale.
Aunque se abrirán las puertas a las 3 de la tarde y el concierto arrancará a las 7 p.m., la espera es parte del gusto de la experiencia, además de que van ataviadas con elementos alusivos al cantante, en cuenta, por supuesto, una manta con un mensaje personalizado que les salió del corazón y que, esperan, pueda ser divisada por Ricardo.
Esta pieza es, a no dudarlo, el emblema de vida de Natalia Rojas desde mucho antes de que fuera su mantra para salir de un complicado asunto amoroso.
Tanto así que, al contrario de todas sus compañeras y congéneres que estaban en sus 30’s, y tenían aprensiones sobre el tema de llegar al “cuarto piso”, Natalia añoraba cumplir esa edad…. “Yo no sé, no sé por qué me faltaban varios años para llegar a los 40 y, en lugar de todas mis compañeras, que se asustaban con convertirse en ‘señoras de las cuatro décadas’ yo más bien estaba deseando, en gran parte para merecerme la canción de Ricardo pero, muy sobre todo, para vivir lo que él narraba en la canción” cuenta Naty, esta feliz madre soltera vecina de Poás, quien recuerda que empezó a cincelar su adicción por Arjona desde muy pequeña cuando escuchaba su música en el salón de baile que tenía su familia. El primer disco que logró comprar con su dinero fue Santo Pecado.
“Desde chiquilla y hasta el día de hoy, la música de Ricardo Arjona es tema de todos los días en mi casa, en el carro, siempre con mi hija, que es lo que llamamos un alma vieja” cuenta la joven madre.
Cada quien tiene sus favoritas pero aparte de Señora de las cuatro décadas, ambas deliran cuando escuchan en la casa de ambas en Poás, o de camino al trabajo o a la escuela de la chiquita, el tema Ella.
Natalia es una mujer de esas que no se dejan vencer por las vicisitudes, que las ha tenido y fuertes, como casi todos. Pero con la química y simbiosis que logra con la música de Ricardo Arjona, sobrelleva sus momentos no tan buenos y se pone exultante cuando los astros se alinean y puede disfrutar sin nubarrones emocionales, a veces a moco tendido, junto con Leonor, las letras de un cantautor que, para ella, es parte intrínseca de su vida.
“Todos, todos los santos días está Arjona en mi casa, tenemos todos sus discos y depende del ánimo y el humor ponemos Santo Pecado o alguno de los playlists que hemos ido armando en todos estos años. La gente me dice que yo estoy loca y seguro que sí, loca por la música de Arjona, solo quienes lo vivimos lo entendemos, él se le introduce a uno por las arterias en el ADN”, dice Natalia, esta extrovertida mujer que exulta alegría y emoción, y quien sabe diferenciar sus momentos lúdicos con la música de su ídolo y la seriedad con la que conduce su trabajo como abogada.
No se ha perdido uno de sus conciertos, de hecho, para esta fecha del retorno de Arjona a Costa Rica, tras la pandemia, el viernes 9 de diciembre, Natalia muestra entre risas y orgullo que la tiquetera digital abrió a las 10 de la mañana y ella logró hacerse con lo que cree fueron los dos primeros tiquetes vendidos, a las 10:01 del 31 de agosto, y así lo demuestra con el par de boletos impresos.
A su lado, Leonor, su hijita y cómplice absoluta en esta evocación permanente de la música de Ricardo Arjona, se emociona por igual aunque, hay que decirlo, a pesar de ser una preadolescente razona sus propios gustos por quien para ella debe ser un “señor grande” con canciones como dice ella de las nuevitas Ella, Soldado Raso, Hongos, Adiós Melancolía, y de las viejitas Asignatura Pendiente y SOS Rescátame, por citar algunas de las que más le gustan.
Como suele ocurrirnos a los “arjonianos”, hay canciones que nos despedazan y otras que nos recomponen. Ella, por ejemplo, es uno de los temas que unen a madre e hija en una simbiosis increíble.
Mientras entrevisto a una y a la otra, entre risas cuentan al unísono sus rituales matutinos con esa canción y como Ella las llena de energía positiva para iniciar y afrontar el día. Leonor cuenta que ella decidió y eligió qué quería que su mamá se tatuara, como su regalo de cumpleaños (dice con muchas risas: "aunque a mami le tocaba pagar") para recordar su cumpleaños 40, ya que esa estrofa es lo que ella quiere y espera que en esta nueva etapa su mamá lo viva: "Y celebrar que está viva, explotando en libertad, para sanar las heridas, con pura electricidad …"
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