La casetilla del parqueo que también es una vitrina de una tienda de juguetes sexuales, en el centro de Alajuela
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Muchos parqueos públicos tienen negocios paralelos. Algunos con venta de empanadas y chucherías para los clientes hambrientos. Otros ofrecen el servicio de lavado de carros. Pero hay uno en Alajuela que destaca por encima de todos porque tiene una vitrina de juguetes sexuales.
Ubicado en el centro del cantón alajuelense, este sitio capta la atención de propios y extraños porque en una de sus paredes tiene una colección de vibradores y succionadores de clítoris, y en la casetilla tiene una amplia variedad de otros productos enfocados en el placer sexual.
Todos son juguetes y productos sexuales que se venden en una tienda online que una mujer de 35 años —a la que llamaremos Daniela para proteger su identidad— abrió en 2019. Tiempo después, convenció al dueño de un parqueo público de dejarle mostrar sus productos en el recinto, pero sin venderlos en el lugar.
Este viernes, una mujer de unos 40 años que es cliente frecuente del parqueo contó que ella ha notado que Daniela siempre está rodeada de dildos, condones y pastillas para la disfunción eréctil, pero que ella personalmente no se ha interesado en los productos porque no se considera su público meta.
"¿Descarta usarlos en el futuro?", le pregunté. Titubeó. Daniela aportó que lo único que debería descartarse en la vida es el matrimonio; todo lo demás es una posibilidad. La emprendedora de los juguetes sexuales dice que nunca se casó porque "yo soy inteligente".
Ella compra la carne por kilo, no la vaca entera, se explicó. Lo suyo ha sido tener vínculos con algunas personas —con las que desde luego se ha divertido probando los productos que vende en su tienda virtual—, con una visión de las relaciones interpersonales que no cabe dentro de los límites de lo tradicional.
Quizás por eso habla con tanta libertad sobre sexo y sobre estos artefactos que lo hacen más divertido. Puede dar cátedra sobre qué diferencia a un dildo de un vibrador, y explicar por qué los succionadores de clítoris son tan populares (pista: porque son más efectivos logrando el orgasmo femenino que muchos hombres).
Daniela sabe que la marca Satisfyer ofrece los succionadores de clítoris más populares del mercado, pero también se ha dado a la tarea de buscar productos similares de media gama para quienes tienen bolsillos menos suntuosos.
"Empecé porque me gusta vender juguetes sexuales", cuenta. Le gusta tanto que estima que, si algún día obtiene ingresos suficientes como para no tener que preocuparse más por el dinero, seguiría teniendo este negocio aunque fuera como hobby. Es como quien vende comida porque sabe que sus clientes la disfrutan.
Ha tenido todo tipo de clientes, pero las más importantes son esas mujeres casadas que se sinceran con ella: "Nunca he tenido un orgasmo. ¿Qué puedo hacer?", le consultan. Pronto se dan cuenta de que le hicieron la pregunta indicada a la persona indicada, pues sus recomendaciones dan en el clavo.
No obstante, Daniela dice que le vende más a hombres que a mujeres, pero que esos hombres usualmente compran productos para sus esposas, novias o amantes. Otro dato interesante es que, en la comunidad homosexual, nota que son más las lesbianas que los gays que se interesan en sus juguetes.
Tiene clientes en todo el país y destaca que, fuera del área metropolitana, la provincia a la que más pedidos envía es Guanacaste. No vende nada directamente en el parqueo público en Alajuela, sino que remite a las personas interesadas a su tienda virtual, con la que hace envíos por medio de Correos.
Si bien nota que cada vez hay más interés en la gama de productos que ofrece, confirma que la mayoría de las personas oponen resistencia cuando se trata de juguetes sexuales. Usa como ejemplo a Gabriel, un señor que llegó a parquear, quien dijo que esos productos "no son de Dios".
Juguetes sexuales como vibradores y succionadores de clítoris en una pared del parqueo público
"¿Por qué cree que la gente es tan cerrada?", le pregunto a Daniela. "Por machismo y por mujeres sumisas que tienen miedo a experimentar con su cuerpo", responde. "Ah, pero si les regalo un juguete lo usan, aunque sea en el baño, a escondidas", añade. "Y los hombres machistas preguntan '¿para qué un succionador?'", sigue, entre risas.
Daniela vuelve a ver a Gabriel: "¿Usted cuando está enfermo no usa medicamentos porque no son de Dios?", le increpa, pues el señor insiste en que no es "natural" que hombres y mujeres accedan al placer mediante juguetes como los que ella vende. Gabriel no sabe qué responder, pero tampoco parece haber cambiado de postura.
Después de una amena conversación sobre sexo y juguetes, que se alargó por un par de horas en las que reinó la risa y la sinceridad, me despedí de Daniela. Le expliqué que iba a escribir su historia —o parte de su historia— en este artículo, y le prometí que iba a evitar dar datos sensibles para no meterle en problemas.
Este no es un publirreportaje, pero Daniela me regaló un lubricante y un condón con texturas que en mi vida he visto. Me pidió que pruebe esos productos y que le cuente cómo me va, porque ella tuvo una operación hace poco y no puede usarlos personalmente, pero necesita el feedback para saber cómo son.
Ahí entendí que, en toda su transparencia y forma libre de hablar y vivir, Daniela entiende que vendiendo juguetes sexuales deja una huella positiva en el mundo por la vía de mejorar la vida de sus clientes. Se rehusa a vender en su tienda productos que no logren eso, porque esa es su marca: placer garantizado.
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